SOMOS fiel reflejo de nuestros dirigentes y cuanto más nos distanciamos de la vetusta clase política, más nos parecemos a ella.
A menos de seis meses del cambio de mando en la Casa de Nariño, los colombianos tienen los pelos de punta por cuenta de un maluco ambiente electoral que semeja una riña de gallos en el vecindario.
Al tiempo que el Ejecutivo mueve sus últimas cartas para mejorar el clima de los negocios y darle aliento a la economía este semestre, los candidatos al Congreso y a la Jefatura del Estado andan en un cuento bien harto de contar.
La polarización es el pan de cada día. Nos enfrentamos entre sí, nos damos ‘palo’ y recibimos ‘madera’ por doquier.
La naturaleza del colombiano combativo, corajudo y emprendedor se envalentona con pesimismo e incertidumbre.
En las calles, centros, plazas principales, galerías, pasajes, parques de barrio y pueblo, se siente la desconfianza y la apatía por todo y contra todos.
La cordialidad está perdiendo presencia cotidiana y está de moda ponerse de ruana el respeto y la amabilidad.
Cada vez nos parecemos más a quienes cuestionamos y señalamos.
En los hogares no debería nunca perderse cercanía, amistad y comprensión.
Hay una nueva vía siempre para llegar a nuestros propósitos sin tomar el atajo del ‘quítese de ahí’.
Las casas políticas de municipios y ciudades parecen trincheras donde se refugian los peores pecados políticos.
Las toldas liberales y conservadores bien lejos de otrora colectividades que convocaban con respeto, sin agravios ni insultos.
Los movimientos de izquierda, de centro y de derecha no representan postulados democráticos que entusiasmen y animen al elector o al incrédulo.
A su vez, los candidatos presidenciales siguen su desfile por pasarelas del odio, divisiones y disputas personales.
El enfoque social de las campañas no aparece porque unos atacan y otros se defienden.
No ha habido calma ni serenidad en el ánimo de candidatos y esa ansiedad y celeridad para atacarse, se irradia en la comunidad.
Los ciudadanos lanzan piedras a candidatos de las Farc. Y en otro escenario, los otros candidatos, se tiran ‘ladrillazos’ sin contemplaciones, desaprovechando la oportunidad de plantear salidas al oscuro camino.
En consecuencia, en la academia, el arte, la cultura, en los estratos pobres y en el bullicio diario del trajín nacional, los ciudadanos emulan a sus líderes y se comportan tal y cual.
Hay una sensación de agresividad en el ambiente que no le hace bien a nadie.
Los colombianos debemos votar en marzo y mayo por los que consideren una buena opción. Sufragar por el No o voto en blanco si lo que queremos es rechazar y ningún aspirante en el tarjetón nos anima.
La más dura paliza se la damos a la clase política que no es digna de crédito no eligiéndola. Hay que recordarlos, identificarlos, estudiarlos y entonces sabremos por quien salir a votar o elegir el voto en blanco.
Sin necesidad de pelearnos entre nosotros. Las diferencias no nos hacen tan diferentes.