Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Julio de 2015

 

“En seis capítulos divide magistral enseñanza”

RECIENTE ENCÍCLICA

Reflexión gozosa y dramática (III)

 

PRESENTADA,  en reflexiones anteriores, la parte introductoria de la reciente encíclica Laudato Si,delPapa Francisco, aparece ya la gran importancia de recordar, en conjunto, con sus sugestivos títulos, los seis capítulos en los que divide su magistral enseñanza. Son ellos: I. Lo que está pasando a nuestra casa (17-61); II. El Evangelio de la creación (62-101); III. Raíz humana de la crisis ecológica (101-136); Una ecología integral (137-162);  IV. Educación y espiritualidad ecológica (202-246).

Con “Oración por nuestra tierra”, y ”Oración cristiana con la creación”, concluye el Papa esta encíclica, preciosa invitación a dar gracias al Creador divino por el gran regalo que ha puesto en manos de la humanidad, con llamado a todos los humanos a cuidar esta “causa común, en la que debemos vivir en paz y armonía, impulsando su progreso y perfeccionamiento. Quedamos invitados a seguir, tema tras tema, la infinidad de aspectos tratados por el Papa en esta tan oportuna encíclica, que hemos de estudiar y poner por obra.

Toma de conciencia de la inmensa dimensión del problema a afrontar, es el del primer capítulo en donde nos pone el Papa ante “lo que le está pasando a nuestra casa”. Tema que debe ser iluminado por “reflexiones teológicas y filosóficas”, pero que hay qué aterrizar en el contexto actual de la historia humana. Diciente la anotación sobre el fenómeno de la “intensificación de los ritmos de vida y de trabajo”, que  califica de “rapidación”, algo  preocupante pero hay qué saber afrontar. En este gran  primer tema es de tener en cuenta, como algo alarmante, “la contaminación y cambio climático”,en el cual influye la “contaminación atmosférica”, que es producida por el mal manejo de basuras y “residuos biodegradables”,dentro de una lamentable “cultura del descarte”.Es el camino que  lleva a convertir  “la Tierra, nuestra casa, en “un inmenso depósito de porquería”.

Señala, el Pontífice, que en sí “el clima es un bien común”, pero por malos comportamientos de los humanos, que lleva al grave y preocupante fenómeno del “calentamiento global”. De allí vienen fenómenos del derretimiento de los hielos polares y de las alturas, así como crecimiento del nivel del mar, situaciones que, de seguir avanzando, en este mismo siglo podrían llevar a una “destrucción sin precedente de los ecosistemas” (nn. 23-24).

Preocupan, al Papa, esos alarmantes flagelos que vendrán sobre nuestro planeta si no se toman eficaces medidas, pero preocupa, principalmente, a su corazón de padre la repercusión sobre los millones de pobres, los más indefensos que viven más directamente de los recursos naturales. Son ellos los más expuestos en esos arrasamientos que vendrán si Dios, con inteligente y pronta toma de conciencia de los directivos de los pueblos, no nos lleva de la mano a realizar distintas alternativas. Entre estas los cambios de hábitos ancestrales nocivos, e iniciativas diversas de nuevos métodos de producción.

 Se acerca, luego, el Papa, a asuntos vitales como la defensa del agua y su consumo con responsabilidad, mejorando cada día más su calidad en defensa de la vida humana, (nn. 27-31). Como elemento de vida y salud directa de los humanos está el agua, pero también, como contribución en este aspecto, está el cuidado de la “biodiversidad” en  todo el orbe. De allí evitar el avance de pérdida  de selvas y la contaminación de aguas de mares y ríos, en defensa de los millares de seres vivos que son factor primordial para el bien general. Carreteras y embalses tienen sabor a progreso pero es preciso, por encima de intereses económicos grupales, sopesar los daños que ocasionan, porque pueden ser muchísimo mas grandes que los beneficios que a primera vista entusiasman (nn. 32-36).

Seguiremos espigando en estas oportunas enseñanzas del Pontífice. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.