Su Santidad Pachito Bergoglio, en estos días, se pronunció acerca de la indisolubilidad del matrimonio católico y, fundándose en los evangelios, sentencia que esa unión es para toda la vida, pero, explica: ahora “la cultura de la provisionalidad” supone que solo es hasta cuando dure el amor -o la pasión-. Y no hasta cuando la muerte los separe.
El asunto no es sencillo. El fenómeno que determina la unión de parejas ha desbordado las costumbres ancestrales. Recientemente, en Medellín, contrajeron matrimonio tres sujetos dando lugar a lo que en el mundo se conoce como la “trieja”, una especie de poligamia, pero que en estas épocas de “LGTBHIJKL&”. Ya no se trata de hombre con mujeres sino hombres con hombres o mujeres con mujeres, etc, variante de la poliandria, unión arcaica del matriarcado.
Por supuesto que siguiendo la evolución que el libre desarrollo de la personalidad viene imponiendo socialmente, nada de extraño tiene que toda expresión libidinosa, incluida la zoofilia, alcance un reconocimiento formal y jurídico, transformación y revolución que ineludiblemente provocará una metamorfosis, un desastre antropológico, en todos los aspectos de la vida. Obviamente, detrás de todo este exótico fenómeno priman intereses económicos.
Empezando porque ya hay una comercialización de esas inclinaciones. Se trata del Club swinging, una reunión ocasional de parejas que se distraen intercambiándose entre sí, en ocasiones en el “cuarto oscuro” y en otras, simplemente, en una orgía que permite desahogar instintos sexuales primarios.
Una explicación científica a esta manifestación expone que toda la causa última deriva de que el hombre es esencialmente polígamo, pues su producción de espermas lo incita para procrear todos los días, mientras la mujer, si bien puede tener multiplicidad de orgasmos seguidamente, hijos engendra solamente una vez al año.
En verdad este ya es un comienzo de argumentación para que, próximamente, nuestra imaginativa Corte Constitucional (Sentencia T-128/16), disponga que el Congreso deba legislar acerca de la reglamentación de ese derecho a la libertad sexual, pues estos temas dan mucho que debatir. Si no es así, ¿Cómo entender el problema judicial surgido con ocasión de la juerga del equipo de Santa Fe en un hotel de la capital? o el proyecto de la representante Clara Rojas que ¡intenta penalizar la conducta sexual del hombre!
Volviendo al comentario inicial, Pachito, apoyándose en sermón de Pablo de Tarso que predicaba: “¿Estas casado? No te separes. ¿Eres soltero? No te cases”, alega que el que no acepte el mandato cristiano que dispone la unión indisoluble, entonces está en todo el derecho de mantenerse en soltería. En otras palabras, siguiendo la opinión de Saulo el soltero (Corintios), “quien no acepte la monogamia debe permanecer célibe”, es decir, practicar la “manogamia”, no importa que su aislamiento lo deprima o lo convierta en un pedófilo, modalidad muy apreciada en la antigua Grecia mediante la pederastia con efebos o las relaciones con hermafroditas. La sociedad de consumo consume a la humanidad.