DIFERENCIA ABISMAL
Bogotá y Medellín
La emulación entre estas ciudades merecería un libro. Comparemos su transporte público. Medellín encuadrada entre montañas, en una especie de olla natural, logró solucionar mejor el asunto. Hacia el año 1947, gobierno Ospina Pérez, fue contratado el gran urbanista Le Corbusier, quien propuso un plan de desarrollo que daba prioridad al interés común. Los paisas ya entrados en gastos lo acataron. Bogotá también pagó el muy costoso estudio y lo desechó durante la administración Rojas Pinilla. Privilegió el interés de los transportadores privados y los especuladores en finca raíz. Se mantuvieron bajísimos los impuestos prediales de lotes de engorde. El derecho a las rutas se entregó a dedo a empresas afiliadoras de transporte privado, sin contraprestaciones. Así estas se apropiaron de un derecho común universal. Exigían a cada dueño de bus un porcentaje de ganancia sin mover un dedo. El transporte se hizo caótico. Existía transporte público pero con el Bogotazo los dueños de los medios privados procedieron, apoyados en el caos, a quemarlos. Tal como lo revela con fotos el mejor biógrafo de Laureano Gómez, James Henderson. A la semana siguiente de haber destruido los tranvías, elevaron el pasaje. El sistema mixto de transporte se fue aboliendo. El pueblo raso bogotano es uno de los que paga más en el mundo por su traslación. Se les lleva el 20% de sus ingresos vitales. Las agencias afiliadoras, con respaldo político, lograron además que les subsidiara el Estado por cada bus. Les interesaba aumentar el número de buses y no que estos llegaran a los sectores más apartados. Y fueron destruyendo el troley y los buses distritales. O se opusieron al Metro como el gobierno Samper.
Desde el advenimiento de Transmilenio que si tiene sus problemas, es parte estructural de la solución. A diferencia de las afiliadoras privadas que generaron el problema mismo, los alcaldes han defendido el sistema mixto, público y privado. Algunas universidades han recuperado el proyecto para Bogotá de Le Corbusier contrastándolo con el desastre que ocurrió. Esa diferencia abismal perfila la callosidad de la elite capitalina frente a una ciudad a la que emigraban miles de persona expulsadas del campo. Hicieron negocio de esa tragedia y lograron impedir casi hasta la última década del siglo que se actualizara el Catastro. Recién en los años noventa, prevaleció el interés público en los transportes y en la recaudación fiscal vía catastro.
El apego de nosotros los bogotanos, la mayoría llegada hace una o dos generaciones, puede convertirse en un apego de todos hacia su capital, emulando el orgullo paisa por Medellín que además de Metro, estrena tranvía. Tal como lo previó el genial urbanizador Le Corbusier, que aquí los intereses creados silenciaron.