ENSEÑANZAS DEL PASADO
Bogotá
La ciudad carece de administración. La alcaldía de Petro ha sido menos que regular, no obstante las trabas que el Gobierno y el Procurador le pusieron desde el día de su posesión, su gestión es un desastre. La mugre, los policías registrando celulares ajenos a los atracos que cometen ante sus narices, el abuso de burócratas con uniforme de la alcaldía que atropellan transeúntes en las cebras y con semáforo, y la incapacidad de no poner un mínimo de orden en una megalópolis sobre-congestionada. Son síntomas de la incapacidad de ese sector de la izquierda en gobernar, que desdice, por ejemplo, de la habilidad demostrada por el partido comunista italiano que tras la segunda guerra se esforzó en lograrlo. La cuestión pues no es de ideología, es de fallas protuberantes de los funcionarios, que por docenas usan el cargo de trampolín para asegurar curul. Poco les importa la ciudad. La suciedad, trancones, nepotismo de sus propios miembros, que antes aborrecían. La propuesta de hacer el metro, plausible desde hace decenios, ha servido ya demasiadas veces como capote para disimular el fracaso de las políticas inmediatas que sí podían haber hecho.
Lo que viene en cosa de un año, a pesar de algunos extremistas de derecha y de izquierda, es un nuevo país de posconflicto. El 7 por ciento del producto interno que va a las Fuerzas Armadas se distribuirá con énfasis en la Policía, o en grupos especializados, menos preocupados en los chats con la novia que por el grave asunto de la seguridad. Un exdirector de la Policía decía que en las negociaciones con la guerrilla debería haber olvido, ya que este lograría el perdón. Se trata por supuesto de un equívoco. La sociedad agraviada por los dos extremismos puede perdonar, pero no olvidar. Olvidar sería sacrificar el valioso tesoro de la experiencia. Pero para construir tejido social es vital saber, recordar enseñanzas del pasado. Así como habrá brigadas eficaces para combatir el crimen con un mayor presupuesto, deberá haber cuerpos de elite entre los docentes para enfrentar el desastre educativo que dejó el gobierno Uribe, según los exámenes Pisa. Se perdona pero no se olvida. Sino la tragedia de los llamados con dulzura, falsos positivos, o los índices de concentración del gini durante esa administración, serían irreversibles. Uno no logra mejorar aquello que se ignora, por muchos aspavientos oratorios, cabales y polivalentes que añoran el esclavismo del viejo Cauca. Esas raíces existen y son parte de nuestro legado violento, terrateniente, intolerante.
Creo que a Bogotá la administrará en el futuro próximo, Clara López. Secretaria privada que fue con éxito, del presidente López. Es persona sería, sensible. Inteligente y preparada. Lo digo al haber compartido con ella un programa de radio, Monitor, durante varios años. A diferencia de las cabales polivalentes, pensaba lo que iba a decir. Y lo sustentaba sin agravios. Esta cepa social demócrata es más afín a los tiempos que corren, que los desteñidos partidos tradicionales, a los extremismos egolátricos tipo Petro, o a los admiradores de Pablo Escobar y familia, pro nazis salidos del closet o al menos salidos del armario de comino crespo. Y a una historia de odios que aspiran al olvido cuando lo que se requiere es la reconciliación con la historia cruda de lo ocurrido.