MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Mayo de 2014

ESTADO EXCLUYENTE

A vuelo de pájaro

El  conflicto interior contagió a las elites colombianas en estas elecciones. Encono virulento en el seno de una dirigencia caracterizada por eufemismos, reticencias y gongorismos. Herencia del Frente Nacional que durante 4 administraciones excluyó por vía constitucional a los demás partidos no oficiales. Se repartieron de forma milimétrica los puestos de las tres ramas del poder entre liberales y conservadores en aras, decían, de preservar la paz pública. Así forjaron un Estado excluyente que, terminado el experimento, legaba varias guerrillas robustas y un populismo urbano encabezado por un exgeneral golpista. El único gobierno de ese Frente que prometió reformas en la tenencia de la tierra, fracasó en su propósito. Y la oposición real, excluida de representación, amenazaba con ganar las elecciones de hecho por fuera de la ficción de derecho. Así pues el gobierno más reformista acudió al fraude electoral en abril de 1970, para asegurar la Presidencia al último gobierno del Frente Nacional, según lo confirmó el propio Ministro de Gobierno de entonces, quien reveló los pormenores del mismo. Esto apuntaló a la guerrilla rural, y dio pie a la guerrilla urbana del M-19, en alusión al día del fraude consumado el 19 de abril.

La juventud universitaria que por entonces acudía por vez primera en su vida a las urnas se radicalizó y perdió fe en las vías legales. Finalizado el Frente Nacional el número de atentados contra la propiedad se había multiplicado por cinco mientras que la población se había duplicado. El conflicto que las elites habían pretendido contener con una fórmula de Estado excluyente se salió de los cauces de los dos partidos oficiales y a la postre los liquidaría como factor real de poder. Ahora ese conflicto asciende de la base al ápice de la pirámide, dividiendo incluso familias que monopolizaban los medios de información o  desinformación, como se prefiera. El fracaso de la reforma agraria aún gravita sobre la nación.

Persiste el conflicto armado pero ya no sostenido por el comunismo internacional como se decía, sino por el adicto estadinense. Y esa guerra sí es más difícil de ganar, dada la financiación, la tecnología, el avituallamiento y las armas de los hedonistas norteños al servicio de los proveedores de su nasal adicción. Así lo entendió el actual presidente y exministro de guerra interior que aquí llaman de defensa. Quien llegó a la Presidencia impuesto por el señor de la guerra que creyó tenerlo de  marioneta. Al no obedecerle lo descalificó como filocomunista y amigo del terrorismo. Y el señor de la guerra ahora ha engendrado a otro títere que por lo pronto considera más manejable, pero que de no serlo también será chuzado, calumniado y descalificado por desobediente. El nuevo clon para la guerra es el exministro de finanzas de su último gobierno. En el cual el índice gini de concentración de la riqueza sobrepasó el 0,60. Uno de los tres más graves del mundo según viene a descubrir con alarma el diario El Tiempo cinco años después. Colombia está en esa encrucijada. O entra a la corriente de naciones respetuosas del derecho internacional y respeta los derechos humanos de la población. O retrocede al capricho caudillista intolerante, mañoso. Y la guerra interior, que niegan, se perpetuará otras décadas más tratando de asustar a la población con el castrismo-chavista. Cuando los sostenes de la guerrilla están más al norte. Y cuando la pobreza extrema está más al sur.