El mundo, y especialmente América Latina y el Caribe, atraviesan por un momento de turbulencia, marcado por fuertes crisis políticas y protestas callejeras. El descontento social que llegó a las calles en Puerto Rico, Honduras y Haití; y que luego llegó a Chile, Ecuador y Bolivia, se manifiesta hoy en Colombia, con el tan anunciado paro nacional.
Pretender negar que existe un descontento ciudadano es tapar el sol con un dedo. Aunque hay factores que parecen comunes en la región, las manifestaciones tienen matices y en algunas partes razones y visos muy diferentes. En algunos países las protestas obedecen a quejas sobre las necesidades económicas y sociales que durante décadas no se han podido mejorar sustancialmente, en otros el descontento apunta a la perpetuación en el poder y la corrupción.
Es evidente que hay frustración con la desigualdad y que los líderes políticos, o mejor los Estados, no han encontrado soluciones efectivas para solucionar los problemas de la gente, o por lo menos no a la velocidad necesaria. A esto se suma que los ciudadanos, en especial los jóvenes, están expuestos a vidas llenas de opulencia falaz a través de las redes sociales.
Y es que desde el Consenso de Washington, en los años 80, las políticas económicas han sido tipo sombrilla, recetas de política monetaria y fiscal generalistas para países como Chile, Bolivia, Argentina y Colombia. Hace ya rato que no hay consenso de Washigton, pero las politicas tipo “sombrilla” o “talla única” no se acaban y son tremendamente ineficientes para mejorar la vida de la gente.
En Colombia, por ejemplo, la economía crece modestamente, pero el desempleo no amaina y la calidad educativa, de salud, de infraestructura y conectividad en algunas partes del país da grima. Estos problemas no se han resuelto y la solución no parece estar a la vuelta de la esquina.
Por eso, ante los motivos que impulsan el paro nacional, sería interesante pensar en soluciones experimentales como las que plantean los ganadores del premio Nobel de economía para el año 2019, Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer. Estos destacados economistas proponen un enfoque experimental para la evaluación de políticas públicas para encontrar la fórmula de focalización e intervención apropiada para cada caso.
Las ventajas de este enfoque son varias: en primer lugar, se garantiza un uso eficiente de los recursos al usarlos solamente en intervenciones que hayan demostrado su efectividad para la solución de un problema específico; en segundo lugar, se evita la tentación de trasplantar políticas sin tener en cuenta el contexto particular; y, finalmente, se ponen a prueba políticas de “sentido común” que no tienen ningún fundamento.
Más allá del paro nacional y de las protestas en las calles, el Gobierno y el Estado colombiano deben preocuparse por soluciones rigurosas a los problemas sociales de diversos sectores. Que sea el momento para atreverse a experimentar políticas públicas que permitan, de una vez por todas, dar soluciones reales a problemas sensibles como la creciente desigualdad que tenemos en Colombia.