Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Lunes, 21 de Marzo de 2016

Un partido a la deriva

“Partido conservador está huérfano de liderazgo orientador”

 

EL Partido Conservador carece de políticas en medio de una de las coyunturas más inquietantes que ha conocido el país en los últimos lustros. En días pasados, el Directorio Nacional, en otro ejercicio fallido, no logró definir un rumbo cierto para la colectividad y se abstuvo de decidir siquiera sobre un aspecto de mecánica política: su independencia crítica frente al Gobierno o su ingreso a la Unidad Nacional. Podría pensarse que esa indefinición obedece al hecho de que el Directorio Nacional tiene vencido su período y sus disposiciones sobre temas relativos a definiciones políticas carecerían entonces de la necesaria legitimidad que debe acompañar decisiones de esa naturaleza.

Si bien es ésta una circunstancia que gravita negativamente sobre las resoluciones de esa directiva, no es ella suficiente para explicar la renuencia a definir con claridad su actitud frente al Gobierno y a sus políticas y ejecutorias, como las referidas a los acuerdos sobre justicia transicional en La Habana, o relativas a las posturas del Gobierno sobre temas tan sensibles como la multiplicación de los cultivos de coca, la expansión del consumo de drogas, el fortalecimiento del microtráfico, la total despenalización del aborto, la legalización de la eutanasia, la adopción por parte de las parejas homosexuales, la inercia frente a la corrupción rampante o la imprevisión frente a los fenómenos climáticos, entre otros muchos temas que inquietan a los colombianos.

Un partido que se subordina a la voluntad presidencial, ya sea por intereses burocráticos o por el usufructo de dádivas “mermeladas” dispensadas por el Ejecutivo, pierde la capacidad de propender por una visión de la sociedad que se haga realidad en la ejecución de unas políticas y programas que merezcan el respaldo mayoritario de los ciudadanos. Constituye dolorosa evidencia de la pérdida de la vocación de poder, elemento esencial a la supervivencia de toda colectividad política.

Huérfano de un liderazgo orientador, ya se observan en el conservatismo los primeros indicios de una dispersión de sus líderes y militantes, que miran hacia partidos y candidatos de otras colectividades, a los que juzgan cercanos a las tesis y postulados conservadores. Peligroso espejismo que ya empiezan a promover quienes se alistan para la próxima contienda presidencial.

Urge entonces la convocatoria de la Convención Nacional para definir el programa del partido, elegir una nueva dirección y fijar las reglas para la escogencia del candidato a la presidencia. Es una decisión inaplazable que entraña una responsabilidad insoslayable de los miembros del Directorio Nacional.