MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Abril de 2014

¡Nunca más!

 

El genocidio ocurrido en Ruanda en 1994 será recordado como uno de los más horrendos eventos del siglo XX, semejante por su crueldad, sevicia  y devastación a los campos nazis de “eliminación” masiva de los judíos y a los “centros agrarios de reeducación”, establecidos por Pol Pot, líder de los jemeres rojos, que  costaron la vida a  más de dos millones de personas en Camboya.

El 6 de abril de 1994 el avión donde viajaba Juvenal Habyarimana, presidente de Ruanda, perteneciente a la etnia hutu, fue explotado en el aire. La culpa de tal atentado recayó inmediatamente en los tutsi, enemigos acérrimos de los hutu. El rencor, odio y miedo entre estas dos etnias se había venido fermentando por décadas. La muerte de Habyarimana, cuya autoría jamás ha sido confirmada, fue la mecha incendiaria del aterrador genocidio.

Tres meses después del atentado, cerca de un millón de personas habían perdido la vida a garrote, machete, o bala. Hombres, mujeres, niños y ancianos, fueron ejecutados por el solo hecho de pertenecer a una u otra etnia. El mundo fue incapaz de detener el genocidio. La inacción oportuna de los Cascos Azules de la ONU y los países “desarrollados”, supuestos adalides de los derechos humanos, además de la condenable actitud de Francia a favor de los hutu, quedarán en los anales de la historia humana como una vergonzosa mancha.

Veinte años después, Ruanda es un modelo de recuperación en muchos frentes. Las mujeres, relegadas anteriormente a la sumisión y el anonimato, ocupan hoy la mayoría de los escaños de la Asamblea Nacional. La pobreza ha caído cerca de veinte puntos, la educación es universal, la desnutrición ha disminuido a la mitad de lo que era en 1994 y la esperanza de vida al nacer ha aumentado de 28 a 60 años. Hoy, la economía es sorprendentemente estable, la inflación se mantiene por debajo de 6 por ciento y el crecimiento es de un sano 7 por ciento. Además, algo para notar, la corrupción es muy inferior a la que se vive en América Latina.

Las tradicionales Cortes de Justicia, llamadas gacaca, cuyo nombre significa pasto, fueron lugar de reconciliación, sensibilización y concienciación de víctimas y victimarios. Allí, los hutu y los tutsi encontraron la manera de perdonarse para reconstruir la nación.

El presidente, Paul Kagane, quien ha liderado a Ruanda los últimos 14 años, ha sido el artífice de la recuperación. Aunque no todo es color de rosas (se lo acusa de represión y mano dura con la prensa), nadie puede negar el progreso de  Ruanda.

El 1 de mayo, en el Salón Tomás Carrasquilla de Corferias, durante la Feria del Libro de Bogotá, tendrá lugar el lanzamiento de la Colección:Emergent Africa, publicada por Ediciones Apidama. Entre los títulos de la colección cabe destacar Confronting Genocide in Rwanda, y Ruanda: Construyendo una Nación Modelo.

Para Colombia, la experiencia vivida en este país centroafricano durante estos 20 años posteriores al genocidio, es de gran importancia. Ahora, que estamos ad portas de firmar la paz, debemos, como Ruanda, decir ¡Nunca más!