MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Octubre de 2013

Un castillo de cartas

EL  Papa Francisco ve a la Iglesia Católica como un “castillo de cartas” el cual puede derrumbarse en cualquier momento si la Iglesia no logra enfocarse más en lo esencial, la predicación de los evangelios, y menos en las intrigas políticas y la burocracia del Vaticano.

El Papa ha afirmado: “La iglesia es como un hospital en un campo de batalla” y plantea:“Sanemos las heridas. Esto es más importante que ganar la guerra”. Con esto nos habla de la sanación que pretende iniciar en una Iglesia amenazada con la ausencia de parroquianos en sus parroquias, con seminarios, conventos e iglesias desocupados y con la desbandada de católicos, sobre todo en Latinoamérica, hacia otras religiones cristianas en las cuales se sienten más bienvenidos y menos criticados.

Laicos y religiosos, sacerdotes y monjas, han dejado a la Iglesia Católica en busca de congregaciones que tengan mayor contacto con el diario vivir de sus feligreses, con sus realidades y problemas y en la cual puedan participar, aun ejercer como sacerdotes o ministros, sin importar si son solteros o casados, hombres o mujeres.

Desde el día de su elección hace seis meses, cuando salió al balcón a saludarnos inmensamente conmovido, ya dando muestras de sus intenciones de cambio con sus palabras, su vestimenta y su actitud, Francisco no ha dejado de sorprendernos. Cada día nos asombra con su honestidad sin excusas, una autentica humildad, algo en esta época casi desconocido y su propósito claro y eminente de cambio.

Yo deseo fervientemente que nada lo detenga, porque como él y muchos, veo a mi Iglesia amenazada y a punto de derrumbarse. Sitiada por abusos y escándalos en todo nivel. Escándalos imperdonables, que nos avergüenzan y nos hacen temer lo peor. Yo, que soy poco rezandera, rezo por este Papa todo el tiempo. Su misión es inmensa, su batalla contra los vicios del poder que se han incrustado en el gobierno de la Iglesia y el distanciamiento con sus feligreses es colosal y urgente.

La curia vaticana no debe estar nada contenta con sus intenciones de simplificar la pompa, alejarse del lujo y “el oro” y tomar el camino de la sencillez y la humildad predicada por Francisco de Asís.

Como un sacerdote de parroquia, el Papa quiere acercarse a su rebaño, como lo planteo Jesús. A muchos debe molestar cuando habla de tener más caridad y dejar a un lado la constante preocupación con los temas sexuales como la homosexualidad y la planeación familiar: “quién soy yo para juzgar”, ha dicho.

El Papa pretende llevar a cabo una reforma tan urgente y profunda como la que pretendió hacer Francisco de Asís cuando soñó que la Iglesia se derrumbaba. Lo mismo ocurre hoy. Son muchos los callos que este Francisco anda pisando y, con seguridad, muchos y muy poderosos los enemigos que está creando. Con seguridad, sus reformas, si las logra, serán criticadas por unos y otros. ¡Qué Dios lo proteja y lo ilumine! El camino que ha escogido está lleno de peligros y amenazas.