María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Mayo de 2015

HILANDO FINO

Falta liderazgo

FERGUSON,  Nueva York, Baltimore, todas estas ciudades han presenciado la brutalidad de una policía que parece, abusiva, irresponsable y desbordada en el uso de la fuerza, en especial en contra de los ciudadanos negros.

Hoy en todo Estados Unidos se cuestiona  lo que viene ocurriendo de tiempo atrás, mucho antes de que surgieran los videos de los arrestos y muertes de  detenidos afroamericanos sin aparente razón.

La mayoría  repudia el aparente ensañamiento de la policía contra un sector de la población. Se comienza a pensar que es una situación crónica que la policía es incapaz de controlar en el seno de sus distritos. ¿Es, acaso, que estos “guardianes de la ley” no oyen o no quieren oír el clamor creciente y cada vez más iracundo de un inmenso sector de la ciudadanía?

La percepción de que la policía se ha convertido en una fuerza incapaz de medir sus acciones y la  consecuencia de estas en sus comunidades se esparce como el fuego por el país y amenaza con incendiarlo. Esta afirmación no es exagerada. La comunidad afroamericana esta enfurecida, lo mismo otras comunidades minoritarias y una alta proporción de la población.

¿Qué ha pasado con la fuerza policial en los últimos años? ¿En qué momento su buena imagen se deterioró hasta el punto de hoy estar altamente cuestionada? En general, en EE.UU., la policía ha sido respetada, aun  admirada. Recordemos su actitud durante los ataques del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York. Esta fuerza se distinguió por su valor y sacrificio; sus miembros han sido múltiples veces  honrados por la ciudad.

¿Acaso, hoy, la policía mejor armada del mundo se siente superior a los ciudadanos que debe proteger? ¿Acaso el deseo de usar sus armas de última tecnología o el  poder que su entrenamiento les concede, cegó a los policías actores de  estos crímenes? Quizá la policía tiene un exceso de autoridad. Esto es algo que parece evidente, no solo en los casos conocidos, sino en pequeños casos que todos venimos oyendo de tiempo atrás.

Pero las preguntas más duras que cada uno de los ciudadanos estadounidenses  se debe hacer son: ¿puede vivir en paz un país de inmigrantes de diferentes razas? ¿Pueden obviar el color de su piel o su procedencia? ¿Pueden perdonar el pasado? Porque mientras los afroamericanos no perdonen las décadas de esclavitud y vejaciones sufridas a manos de los blancos y los blancos no se reconcilien con ese pasado, el futuro se ve incierto y la hoguera del odio racial continuara avivándose.  

Quizá todo lo hecho para unificar al país y pasar la página ha sido poco. Lo cierto es que hoy unos pocos policías, insensatos e irresponsables, hacen quedar mal a la gran mayoría de ellos que ponen sus vidas a diario en defensa de la ciudadanía y enfrentan a la población.

Es muy notoria la falta de liderazgo del presidente Obama, de los jefes demócratas y republicanos, de las iglesias y universidades. Todos han llamado a la sensatez, tanto de la policía como de las comunidades enfurecidas, pero nadie parece escucharlos. Se requiere voluntad, sabiduría y liderazgo para apagar este polvorín.