MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Junio de 2014

Abandonar trincheras

 

Poner de acuerdo al país en términos de la necesidad de construir una sociedad en paz no será tarea fácil. Esta visión de largo plazo es un concepto que a los colombianos nos cuesta comprender. De hecho, el posconflicto que vendrá una vez se firme la paz, tomará más de dos décadas y tiene varios elementos en su contra.

En primer lugar hay que sintonizar a la gente sobre la conveniencia de terminar el conflicto. El principal obstáculo, entonces, se encuentra en cada víctima de la guerra. Todos ellos merecen respeto por su dolor. La muerte, el secuestro y la aniquilación de familias enteras ha quedado como una cicatriz que todavía sangra en forma de tristeza, odio y rencor. Sentimientos entendibles pero que deben ser remplazados por el perdón. Contrario al perdón está la necesidad de venganza como una forma de saldar la cuenta de sufrimiento. La dificultad que tiene la reproducción del odio es que se engrandece el problema y la contraposición de perdonar aparece como una opción pusilánime.

En segundo lugar hay que comprender que las décadas perdidas en crecimiento y desarrollo económico no son fácilmente recuperables. Es decir, hay que darle tiempo al tiempo y al presupuesto ahorrado en fusiles y metrallas, para que la inversión social empiece a dar frutos. Más hospitales, colegios, autopistas, capitales semilla para la creación de empresas, entre otras cosas, serán posibles con el ahorro en la guerra y la inversión en la paz.

En tercer lugar está la fuerza política y convicción del principal opositor al proceso encarnado en Álvaro Uribe, cuya historia personal conjugada con una gran habilidad política, le permite canalizar el rechazo de un porcentaje importante de la población hacia el proceso de paz. Por ello la responsabilidad del presidente Santos es gigantesca pero no única. Tiene 4 años para finalizar la guerra y sembrar los cimientos de un posconflicto que nos conduzca a una paz real. Sin embargo, la tarea no sólo es del Gobierno, sino de todos los que creemos en este proceso y que debemos colaborar desde la realidad de nuestras vidas. Es imperativo perdonar nuestra  tragedia y los verdugos, y comenzar a transitar con valentía por una senda menos dolorosa y más civilizada. No podemos esperar que los otros hagan lo que es nuestra responsabilidad. Aprender a perdonar, no significa olvidar, sino reconocer que no queremos que ni siquiera a nuestro enemigo y a sus familias les suceda lo que nosotros pudimos haber sufrido. Todos hemos aportado dolor en esta guerra pero llegó el tiempo de abandonar nuestras trincheras, reencontrarnos y reconciliarnos.

@andreanietou53