Los desafíos del desarrollo | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Noviembre de 2022

En ocasión de otro aniversario del magnicidio del estadista conservador Álvaro Gómez Hurtado, que sigue en la impunidad, El Nuevo Siglo, publicó un escrito suyo sobre el tema palpitante del desarrollo que fue uno de los temas viscerales de su lucha política por sacar a Colombia del atraso. El brillante escrito cobra gran interés y resonancia, puesto que ha sido el tema que suscita la atención de los colombianos en ocasión de la reforma tributaria que presentó el actual gobierno a la consideración del Congreso.

Cómo se recuerda, en su momento, cuando él defendía la necesidad de promover el desarrollo para financiar con los dividendos que produjera el bienestar de los colombianos, fueron muchos los que se opusieron a esa política que de haber seguido el país habría acrecentado nuestra riqueza y permitido elevar el nivel de vida colectivo y de la población más necesitada nuestra. Antes, en el pasado, entre algunos políticos no faltaron los que sostenían que no debíamos explotar nuestro petróleo, sino guardarlo para que con el tiempo tuviese mayor valor. Lo que coincide con la decisión de las multinacionales del crudo de mantener de manera temporal las reservas colombinas sin explotar, según como evolucionara el mercado internacional. Ellos aducían que aquí era más costoso extraer el preciado mineral, por lo que invertían más en otros países.

En el gobierno de Alfonso López Michelsen, con su ministro de Minas, Eduardo del Hierro, en medio de una crisis por escasez de gasolina y altibajos en los precios, resolvieron revertir para la Nación extensas zonas de “reserva petrolera” en poder de las multinacionales. Esas medidas tuvieron el respaldo de Álvaro Gómez, obsesionado con impulsar el desarrollo colombiano, puesto que tenía la idea de acrecentar la riqueza nacional para mejorar la calidad de vida de nuestra población, dado que de repartir la pobreza nos condenaba a acrecentarla más. Esto hizo posible que se iniciaran los contratos de asociación entre las petroleras y el Estado colombiano, lo que fomentó el también el ministro de Minas de López, Jaime García Parra. Gracias a ese acuerdo bipartidista en las siguientes décadas se consigue facilitar la inversión extranjera y la obtención de jugosos dividendos para Colombia., como de favorecer nuestra economía. 

Por cuenta del esfuerzo a favor del desarrollo de los gobiernos militares de Brasil, los “políticos de avanzada” en nuestro medio, resolvieron estigmatizar el desarrollo. Por lo que atacaban las iniciativas políticas por el desarrollo de Álvaro Gómez, como reaccionarias. Tamaño despropósito caló entre algunos despistados y en el país el término “desarrollista” se hizo urticante para atacar a sus promotores. Entonces, era de buen gusto entre los políticos de avanzada, no explotar nuestro petróleo y seguir en el atraso y las penurias fiscales. Lo que, por otra parte, como hoy, vemos que se repite la historia, cuando algunos sostienen que se debe suspender la explotación petrolera, sin atender que son múltiples los derivados del petróleo, ni que el negocio no es simplemente extraerlo sino comercializarlo. Y también, se repite la historia en el tema fiscal, cuando pretenden acotar a las empresas privadas con impuestos desproporcionados y asfixiantes. 

Por eso, ese escrito que publicó El Nuevo Siglo, sobre Los espejismos tributarios, que desempolvó Juan Gabriel Uribe en el luctuoso aniversario mencionado, es de tanta trascendencia. Es absurdo que el sistema tributario castigue al productor de riqueza, empleo y bienestar. Que la tarifa del impuesto sea excesivamente alta para un país en vías de desarrollo. Es absurdo que los tributos en Colombia no favorezcan la producción, ni siquiera tienen un criterio impositivo “redistributivo”. Y agregaba, el criterio es de fiscalismo simplista, “obtener recursos para financiar otros gastos de funcionamiento crecientes y en buena parte innecesarios”. Para seguir con una rotunda afirmación de alta política “en cuanto al criterio conservador sobre el Estado: creemos en la intervención para obtener el bien común, que sea planificada y concertada. Y rechazamos el Estado gigantesco cuya injerencia intermitente y sin propósito esteriliza el proceso productivo”.

También planteaba que “los impuestos deben bajar en Colombia. El gasto público debe ser controlado al centavo y el crecimiento burocrático congelado por lo menos en un periodo de cuatro años. Y recordaba que: “la rebaja en los impuestos no significa necesariamente una disminución en los recaudos. Puede significar lo contrario”.

La historia muestra como en diversas naciones y gobiernos progresistas la rebaja de impuestos a favorecido la producción, el aumento de empleos, así como el consumo, el bienestar general y de contera el recaudo estatal.