Parece que las mayorías tuvieran una verdad particular en razón a que, hoy, la ignorancia es la fuente de la verdad: la opinión, los deseos, los apetitos, la imaginación, son la razón de la vida de las personas. Estos han borrado del mapa el principio fundamental del bien común. Como cuando resolvieron legalizar -el asesinato- de niños no nacidos o recién nacidos, usando argumentos llamativos, sacados de la manga, para lograr conductas contra natura. Estos se aprovechan de que verdades a medias -que son la peor mentira- para jugar con la vida humana (y es mejor no hablar del atroz negocio de vender órganos de los no nacidos).
No conocen el discurso de Cicerón, hacia el 45 a.C., recogido en su tratado Las Leyes: “Sería absurdo pensar que todas las leyes e instituciones son justas. ¿Acaso son justas las leyes de los tiranos? Si el fundamento del Derecho lo constituyera la voluntad de los pueblos, las decisiones de los jefes o las sentencias de los jueces, entonces el Derecho o podría consistir en robar, cometer adulterio o falsificar testamentos, si tales acciones fueran aprobadas por vocación o aclamación popular. Hay, por el contrario, una distinción entre ley buena y ley mala que solo puede hacerse desde el criterio de la naturaleza”. Por ello, “los sabios más eminentes opinan que hay una Ley Eterna que rige el universo por medio de sabios mandatos y prohibiciones, y no procede de la inteligencia humana ni de la voluntad popular. También dicen que esta ley, que es la primera y la última, se identifica con la mente divina que obra racionalmente”
De igual manera es antinatural y criminal, asesinar enfermos terminales, cambiándole de nombre por “muerte digna”, siendo que la eutanasia siempre será una muerte indigna -no hay ley que la haga digna- esto no es lo natural: matar a alguien supuestamente para que no sufra (o el suicidio asistido es la mismo), lavándose las manos por razones, como Pilatos, habiendo los paliativos: como la morfina y sus variedades y la compañía, el cariño, los abrazos, el diálogo agradable, la música…
El libro de los muertos establece que: “las almas de los egipcios muertos se justificaban ante Osiris con esta confesión: traigo en mi corazón la verdad y la justicia, pues he arrancado de él todo mal. No he hecho sufrir a los hombres. No he tratado con los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con abuso. No he maltratado a mis servidores. No he privado al necesitado de lo necesario para la subsistencia. No he hecho llorar. No he matado ni mandado matar. No he tratado de aumentar mis propiedades por medios ilícitos, ni me he apropiado de los campos de otro. No he manipulado las pesas de la balanza. No he mentido. No he difamado. No he escuchado tras las puertas. No he cometido jamás adulterio. He sido siempre casto en la soledad. No he cometido con otros hombres pecados contra la naturaleza. No he faltado jamás al respeto debido a los dioses”.
Mientras que el positivismo jurídico, en auge desde Augusto Comte, niega la ley natural y afirma que solo existen las leyes humanas.
Fuente: José Ramón Ayllón.