“El peor de los mundos es desmejorar a los desplatados”
CIEN días no alcanzan para calificar temprana gestión del presidente Duque, pero sí suficientes para causar fastidio social por faltar a su palabra.
Jefe de Estado no ha honrado su postura de campaña. Prefirió el atajo de la contradicción que el camino de la coherencia.
Se fue por la vía más rápida de una disfrazada ley de financiamiento.
El Ejecutivo falta a su honor cuando no precisa lo que hace.
Y lo que hace es una reforma tributaria que encarece canasta familiar.
En campaña presidencial, Duque se apartó de cualquier alza de impuestos.
Nunca contempló elevar tarifas impositivas a pobres y clase media.
Incluso, adujo que Colombia soportaba una muy pesada carga tributaria.
Pasados tres meses de su mandato, otra cosa canta el ‘gallo’.
Con la máscara gubernamental de proyecto de financiamiento se da rienda suelta a un nuevo paquete tributario en el Congreso.
Y lo peor: para malestar de millones de hogares, sólo dará beneficios a ricos.
Los ricos serán beneficiados.
Para darles descuentos en renta y alivios por el lado de dividendos, el Ejecutivo plantea que empresas generen nuevos empleos.
Olvida que la primera condición para crear trabajo es el crecimiento económico.
Generar condiciones propicias para invertir y abrir empresa, hacen más que bajar impuestos.
La primera clave para abrir nuevas plazas en el sector privado es que ventas y facturación crezcan.
Indispensable que haya rotación de inventarios y se liquiden saldos.
Para generar puestos de trabajo estables y bien remunerados las compañías requieren un marco fiscal estable. No una reforma tributaria cada dos años.
Estabilidad jurídica y reglas de juego claras en materia impositiva, son vitales.
Una condición para que haya mayor crecimiento y mejore el clima de negocios es que se reactive el consumo.
De ninguna manera el consumo se reanima con aumento del IVA.
A las empresas les pueden dar alivios en renta y patrimonio, pero sí las ventas no mejoran, las posibilidades de expansión y de nuevos empleos se complican.
Darle beneficios a un rico y cargarle la mano al pobre, un mal negocio.
El peor de los mundos es incentivar a los ‘cacaos’ y desmejorar a los desplatados.
El Gobierno debe tomarlo con calma. Está jugando con candela. Dando pasos en falso. Está apostando y puede perder.
Además, causa asombro e impotencia en la población más necesitada del país que mientras les restan gravámenes a los poderosos, a ellos les suman IVA.
La comunidad interpreta esa decisión como la forma más rápida para ampliar brecha entre pobres y ricos. La redistribución de renta por ningún lado.
En consecuencia, debido al grueso surtido de bienes y servicios que encarecerá el IVA a partir de 2019, las familias decidieron ser aún más cautas a la hora de comprar.
El comercio no está vendiendo lo que requiere para ampliar pedidos y nómina.
Los consumidores salen, miran, comparan precios, cotizan, pero poco compran.
En mal momento, sabor agridulce, se nos viene nueva cascada tributaria.
¡Qué susto la máscara de Duque!