La ilusión de mantener la infraestructura | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Noviembre de 2022

Cuando se estrena una obra de infraestructura es común decir: nos sentimos como en otro mundo. Por el contrario, cuando, en el transcurso del tiempo, los bienes entran en su deterioro propio, sólo una acción predictiva o preventiva puede evitar la caída en su desidia.

Lamentablemente no es la anticipación en Colombia una cualidad en los presupuestos de la administración pública. En Bogotá, por ejemplo, en contraste con la capital española, aunque sean antipáticas las comparaciones, el estado de muchos bienes públicos -y no sólo de los bienes de interés de cultural sino desde una calle, un muro o una señal en adelante- pasan, en metáfora, por ser flor de un día.

Cuando comenzó el Transmilenio era impecable. Los andenes adoquinados se ven divinos, como dicen los bogotanos, hasta cuando toca caminar con las antenas puestas para no tropezar con algunos de estos sueltos. Nos cuesta tener una concepción del cuidado de lo público, de la importancia de los bienes emblemáticos, en general de preservar y conservar.

Sin embargo, más allá de la conciencia ciudadana, es aceptar siempre la excusa aquella de que el presupuesto no alcanza, hay cuestiones más importantes o no se previó el costo de mantenimiento. Pasa parecido a cuando se compra un automóvil con gran ilusión y después vienen los gastos.

Algo muy claro y similar alude sobre esta característica en México, el presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), Luis Rubio, en reciente artículo en América Economía, titulado “La desidia”, como calcada para Colombia: “La noción de que hay que presupuestar para mantener los activos existentes simplemente no se nos da. Mucho menos planear eso mismo hacia el futuro…”

La ausencia de predictibilidad, incluyendo el crecimiento como variable, no sólo conduce a unos trabajos más costosos hasta el momento que se decide la reparación sino a un continuado desorden en el sistema que puede llevar al caos (recogiendo la definición de entropía).

En términos de la administración, nos dedicamos mucho más al mantenimiento correctivo que al predictivo o preventivo. Los errores conocidos y comunes a una política de mantenimiento en cualquier circunstancia de la vida diaria suelen ser: quedarse en mirar el corto plazo (entregar la obra sin planear su conservación), concentrarse sólo en lo urgente y no atender lo importante, no definir un horizonte temporal, no llevar inventario del estado de los activos, no considerar los factores de riesgo ni las amenazas o causas posibles de deterioro y, algo muy de la entraña tecnócrata colombiana, es quedarse en cantidad de estudios y en pocas ejecuciones.

Un marco de política pública para el mantenimiento de la infraestructura física que cobije cierta obligatoriedad en el tiempo hacia su preservación es una mínima sugerencia junto con los planes especiales de manejo y protección que sobrepasen los cambios y la falta de continuidad de gobierno a gobierno.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com