El próximo13 de marzo se realizarán las elecciones al Congreso, junto con la escogencia de candidatos a la presidencia de las distintas coaliciones, distinguidas como la derecha, el centro y la izquierda o mejor: Equipo Colombia, Centro Esperanza y Pacto Histórico, que se sumarán a los valientes candidatos que quisieron jugarla sin escrutinio previo.
Esta combinación entre legislativas y la antesala de las presidenciales tiene a la ciudadanía confundida. De hecho, las listas de voto preferente, con identificación por números, que se repiten en todas las listas de los diferentes partidos, ya tradicionalmente ameritaba una pedagogía para no anular el voto.
Hay que imaginar a 2.835 aspirantes, 28 listas al Senado y 300 listas a la Cámara de Representantes para lograr pescar entre todos sus propuestas y preferencias. A esto se suman las circunscripciones especiales de paz, de comunidades negras, de indígenas, de colombianos en el exterior y las coaliciones entre distintos partidos para conformar una lista o apoyar a un candidato. Todo un laberinto.
El tema está en la importancia que tiene la elección de un buen Congreso, en su función de hacer y modificar las leyes, el rumbo que pretende imprimir y su composición, la cual puede facilitar o no la gobernabilidad u oposición, en el sentido de apoyar o truncar el programa de gobierno como en la capacidad para ejercer el debido control político.
Aunque esta elección del Congreso no se acoge aún al nuevo código electoral, es conocido que el parlamento no tiene la mejor imagen como institución y por el contrario el 77% de la opinión la marca como desfavorable. El punto principal es cómo lograr la llamada empatía con la ciudadanía.
Algunos aducen como solución reducir el número de congresistas, pero en el fondo esto no logra mejorar su representatividad, la identificación con la gente o alcanzar mayor asertividad en sus ejecutorias e iniciativas.
La representatividad y empatía del Congreso con la ciudadanía debe cuidarse. La combinación con las elecciones de candidatos a la presidencia hace confuso e invisibiliza las legislativas. En el futuro no deberían surtirse al mismo tiempo.
Se hace así necesario sentar el compromiso de los congresistas con las necesidades y aspiraciones de sus electores, para lo cual es imperioso que como institución, en similitud con el Plan de Desarrollo de cuatro años del Ejecutivo, el Congreso determine una Agenda, Pacto o Acuerdo sobre lo Fundamental para el cuatrienio, según la cual la ciudadanía sepa de antemano con cuáles reformas se compromete el Congreso en pleno -aunque se tengan distantes posiciones- bajo un plan de acción específico.
La gente quiere un trabajo de bancadas regionales, de reformas estructurales al empleo, la justicia, la seguridad, la anticorrupción, que se prevería en la Agenda Conjunta -la cual podría coincidir o no con proyectos del gobierno- y se sustentaría en el entendimiento por las principales causas nacionales.
Podría pensarse en una comisión de planeación legislativa encargada de hacer el examen, conciliar y transmitir la implementación y alcance de esta Agenda Conjunta, donde azules, rojos, verdes y vario pinta se unan en reformas inaplazables y con una hoja de ruta para los cuatro años de elección, complementaria a la acción individual o de partido que cada uno realice, que permitirá ver un Congreso comprometido e integrado en temas claves.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI