La guerra y sus efectos | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Marzo de 2022

El conflicto en Ucrania no solo ha sacudido y derrumbado edificios, escuelas, hospitales y centros administrativos en las ciudades martirizadas por los bombardeos, también ha puesto a prueba las convicciones y paradigmas de un sinnúmero de personas e instituciones alrededor del mundo.

El presidente Zelenski inteligentemente ha sabido plantear esta guerra como el enfrentamiento entre la libertad y la democracia -por las que sus compatriotas optaron y que han venido defendiendo con convicción desde hace tiempo-, frente al modelo político autoritario basado en la represión, heredero de la antigua Unión Soviética; también entre el expansionismo y el respeto de la soberanía y del derecho internacional, entre la dignidad humana y la negación de la misma.

Contrariamente a lo que había imaginado Vladimir Putin, la propia Ucrania, como también la Unión Europea y la Otan, no solo han mostrado que los disensos internos, propios de la democracia, podían superarse o por lo menos dejarse de lado, para reaccionar ante la agresión al territorio y al pueblo ucraniano. En este sentido se ha escuchado en dicho país decir “antes estábamos divididos, ahora somos una nación indivisible”. 

En la Unión Europea se ha dado una refrendación de los principios esenciales sobre los cuales ella se creó, y se han acelerado ciertas medidas que tardaban en adoptarse. En la Otan se ha dado paso a “un nuevo comienzo”, luego de las dudas y desencuentros ligados entre otras cosas a las actitudes del expresidente Trump.  Es más, está obligada respuesta se ha convertido en un formidable factor de cohesión, entre Europa y Estados Unidos, más allá de las dificultades y divergencias que aún subsisten ligadas a los legítimos intereses que se expresan en cada lado del Atlántico. 

En este último tiempo la crisis generada por la pandemia del covid-19 había traído ya grandes amenazas para la defensa de las libertades individuales y para el Estado de derecho.  Sería de esperar que esta vivificación del discurso democrático prime al final sobre las limitaciones propias de los estados de guerra y del largo y tortuoso camino que aún le espera al mundo como consecuencia de este conflicto.

 Así, serán muy complejos los debates sobre la inmigración, pues la manera de atender dicho fenómeno necesariamente se debe replantear, en tanto que   se calcula que en unas pocas semanas cerca de cinco millones de personas terminarán huyendo de Ucrania; también se darán grandes discusiones sobre los esfuerzos para dar prioridad a las energías limpias y atender los requerimientos del cambio climático, cuya realización se verá afectada   y retrasada por las realidades de la guerra.

Así mismo   se deberá tener cuidado en no caer en las trampas de la satanización de la cultura rusa, del resurgimiento de la histeria de los enemigos ocultos, en la censura y en los excesos derivados de los discursos que se basan exclusivamente en la seguridad. Y todo ello sin olvidar las consecuencias económicas y sociales ligadas a la crisis alimentaria que afectará a enormes poblaciones en el planeta, particularmente en los países más pobres. Todos ellos son difíciles desafíos que pondrán a prueba las democracias.

@wzcsg