Las tareas diplomáticas, digamos las de desempeñar a cabalidad el encargo de ser embajador ante un país amigo, tiene sus responsabilidades como son las de representar al país y al gobierno que le hace el encargo de trasladarse a otra nación, representarlo y con toda la dignidad que corresponde a tan alto encargo desempeñarse no solamente ante el gobierno al cual va dirigido, sino ante toda la comunidad que lo compone.
He considerado y sostenido siempre que un embajador es un mensajero de altísimo nivel, a quien no le corresponde por lo menos oficialmente, opinar según su propio criterio sino con el del país y gobierno que representa, siempre y cuando esté debidamente autorizado para ello. En otros términos es un mensajero de alto nivel. También se considera que en materias de disciplina, tiene una cierta similitud a la militar. La antigüedad es, por ejemplo, una condición que es inherente a la conducta diplomática. Reglas que no suelen estar escritas pero que se dan por conocidas por los diplomáticos constituyen un código de conducta que se debe cumplir.
Bien parece por lo que se oye y se lee con respecto a la diplomacia actual está optando por otros caminos poco usuales, otros sistemas de desempeño bien particulares. Sin ir muy lejos debemos registrar la intromisión de nuestro embajador en Estados Unidos ante la justicia de ese país con el propósito loable y humano de solicitar que le fuera permitido al exministro Arias poder salir de su detención para disfrutar de las vacaciones de fin de año junto con su familia. Muy loable desde luego la solicitud, pero sí parece que en ese caso las tareas del embajador, aun teniendo en cuenta lo loable de su solicitud, desbordó sus funciones y así se lo hicieron conocer las autoridades.
Debemos en este caso reiterar el convencimiento que la justicia se excedió en la pena que le fue impuesta, así como Arias también lo hizo para traspasar nuestras fronteras para burlar nuestras leyes y la condena que se le impuso aunque ésta sea considera injusta. Pero para que no nos quedáramos cortos y tal vez como signo de reciprocidad, el embajador norteamericano en nuestro país también tuvo un traspiés para calificar en alguna forma sus entrevistas con la justicia nuestra para opinar e influir sobre el asunto de la objeciones del Presidente de la República sobre la ley le da vida a la JEP que es uno de los temas que forman parte de los convenios con la guerrilla, base de los convenios de paz.
Bien parece que la intromisión por los canales inadecuados no ha gustado mucho, ni aquí ni allá; internamente; nosotros podremos opinar si nos gusta o no el uso de las prerrogativas presidenciales de opinar con respecto a la sanción de nuestras leyes, pero no que nos digan ni siquiera los amigos, cómo debemos hacer las cosas. ¿Será que algo de esto se ventiló en la reciente entrevista entre Trump y Duque?