“Algunos no resisten a poderes del Diablo”
Todas las religiones, básicamente, se fundan en la creencia de valores sobrehumanos a través de los cuales, instintivamente, se procura convivir fraternalmente asegurando la paz y la eterna felicidad de los vivientes, incluso después de sus días. La obligatoriedad de sus normas “totémicas” blindadas con la implantación de los principios del homo sapiens al comienzo de la existencia del individuo, se acogen cuando todavía no se ha invadido la conciencia a consecuencia del mal ejemplo del común.
La condena social la impone la malignidad que compite con los mandamientos de la ley del Dios. Es la polarización causada por la competencia entre el Creador y su rival: el Diablo, cuyos poderes algunos por su débil voluntad no los resisten.
En La Candelaria, en la esquina de la calle 10 con la carrera 5ª, estuvo el Liceo Pío XI, dirigido por el doctor José Ignacio Rosillo Jácome, colegio escolar hasta 5° de primaria, en el cual, no obstante su dogma religioso, el maestro predicaba, partiendo de la convicción de lo ventajoso, las conductas útiles para no sufrir las culpas traumáticas. Admitía un relativo “libre albedrío” pero no omitía la exposición de sus consecuencias: partiendo de la egolatría y la lucha por la satisfacción de los deseos incontrolados.
En ese colegio varios alumnos se educaron y las lecciones recibidas los engrandecieron cuando crecieron. Recuerdo entre ellos a Gabriel Melo Guevara, ex ministro y ex director de El Siglo; Ricardo Baquero Nariño, Secretario de Gobierno del Distrito, concejal de Bogotá, congresista, director de la Beneficencia, pupilo de Carlos Lleras; Eduardo Fajardo, celebre ginecólogo obstetra dedicado a la atención de las mujeres pobres; los hermanos Valderrama magníficos y horrados sastres de Las Cruces y Las Nieves y otros más que siguieron las pautas que el maestro les enseñó, para promover la salud política y social. Uno más: Germán Navas Talero.
Nunca descarriló el pecado, lo inhibió instruyendo sus consecuencias. Por ejemplo, censuraba a la prostituta para evitar las contaminaciones de la sífilis y la gonorrea, tan corriente en esas épocas en la calle 10 con la 10. Reprobaba el robo anunciando la consecuencia del descrédito; la justicia la enseñaba como garantía individual y así, filosóficamente, hacia la predica de las ley de los mandamientos. Alabando a jueces y jurados de conciencia creía en la autoridad.
Nada de ese colegio se predica en estas épocas. El fútbol ahora es estímulos a los niños, en ese liceo el único deporte era el ejercicio de la mente culta. Para respetar la autoridad, al igual que en la antigua Grecia, todos los alumnos eran un día custodios de la disciplina y al día siguiente era súbditos. La fiesta popular era el “Día de los Reyes Magos”, celebrada en la iglesia del barrio Egipto y jamás se aludió el Halloween, homenaje a las brujas y a los muertos, especulado comercialmente y que al fin de este mes invita a los niños al desorden en el vecindario.