JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Junio de 2014

Ya, un pacto de responsabilidad

 

Terminó  la campaña presidencial más dura que haya tenido Colombia en más de 60 años. Que lo haya sido y superado al encono que tuvo la contienda entre Andrés Pastrana y Horacio Serpa hace 16  debe preocupar. Por esta razón la primera tarea del Presidente electo debería ser convocar a un diálogo nacional incluyente sobre la base de que todos los colombianos tenemos responsabilidad activa en el futuro del país. Y de manera especial el estamento dirigente que tendrá que parar ya el fuego cruzado y pensar en todo lo que nos une con exclusión generosa de cuanto nos separa.

El presidente de Francia, Francois Hollande, dentro de la línea kennedyana de pedir a los ciudadanos sentirse más deudores que acreedores de la sociedad, propuso un pacto de responsabilidad nacional el último día de 2013. Este pacto se ha venido abriendo paso en medio de los antagonismos fuertes que tradicionalmente han marcado la vida política francesa.

El Presidente electo puede invitar -por fuera de esquemas de colaboración burocrática- a todas las fuerzas nacionales a comprometer su responsabilidad con temas vitales para el futuro del país. Cuatro podrían servir para iniciar:

1.     Aplicación y respeto al Artículo 3 Común de las Convenciones de Ginebra de 1949 y Protocolos Adicionales de 1977. Estos son los mínimos humanitarios a que deben sujetarse los grupos rebeldes en caso de conflicto armado no internacional. Es adjetivo que se reconozca o no la existencia de conflicto. El simple hecho de que se hayan tomado las armas contra el Estado y la institucionalidad obliga a los insurgentes a sujetarse a los umbrales humanitarios.

2.     Tramitación de la reforma a la justicia en el plazo de dos años. Paulatinamente Colombia se aleja de la exigencia del gobierno de la ley. Lo que existe se encuentra corrupto y como ocurre con la progresión del cáncer la metástasis procede rápido comprometiendo más y más órganos del Estado y la sociedad. El trámite de la reforma debe liderarlo el Presidente y su ministro de Justicia, cartera cuyo deficiente titular actual requiere un cambio. Y debe proceder en el Congreso. Las altas cortes tienen que ser escuchadas desde luego pero no les corresponde a ellas ningún poder decisorio que no haría cosa distinta a estimular el clientelismo judicial.

3.  Conversión de metas de calidad y cobertura educativa en objetivo nacional. La educación no da espera. Es la principal variable contemporánea en la función de producción. Es tanto como si a los factores trabajo o capital los tuviera Colombia estancados en el siglo XIX.

4. Regreso a una política externa genuinamente nacional. De mano de los buenos y malos humores de la actual Canciller, de su carácter intrigante y mendaz, de su amiguismo, la política externa de raigambre nacional se extravió. Dedicada a insultar jueces internacionales, expresidentes de la República, excancilleres y al género masculino, destruyó la Comisión Asesora que era un activo de la política externa. Excluyó al Partido Conservador contra el cual ha ejercido persecución implacable. De inmediato deben revisarse contratos multimillonarios  (por valor superior a 1 millón de dólares) suscritos con dos profesionales no expertos en derecho internacional, nacionales colombianos. Honorarios abusivos que jamás nos atrevimos a cobrar expertos reconocidos en derecho internacional en la defensa de los derechos colombianos en el archipiélago de San Andrés. La probidad y el apego a los derechos humanos deben regresar al Palacio de San Carlos.

Al Presidente electo, congratulaciones y aquí le dejo estas ideas para reflexionar y actuar ya.