JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Abril de 2014

Progresividad de nuevo

 

Un   libro del economista francés Thomas Piketty, Le capital au XXIe siécle (Seuil, 2013) es sin que quepa duda alguna una de las obras fundamentales en la rama de las ciencias sociales en los últimos 50 años. Paul Krugman dice en su columna de The New YorkTimes que la traducción al inglés se está demorando y califica el trabajo como uno de los aportes más importantes a la ciencia económica en los últimos tiempos.

El libro, de más de 1.000 páginas, es denso. Su lectura se convierte de inmediato en un estudio concienzudo que va prolongándose a lo largo de varias semanas. Marx predice la autodestrucción del capitalismo y Kuznets el fin inexorable de las desigualdades. Las dos visiones futuristas han probado ser equivocadas. Piketty, más prudente, se va por el camino difícil del trabajo sustentado. Imperceptiblemente se da a la tarea de reconfigurar  el debate económico y sugerir la existencia de ciertas leyes universales que muestran regular la evolución de las economías. Encuentra varias cuyo hallazgo sorprende.

Una de ellas -que impacta a Krugman, por ejemplo- es la tendencia de las desigualdades a crecer (antes de redistribución fiscal) si la tasa de crecimiento del capital es superior a la del PIB. Piketty muestra que, salvo muy reducido número de excepciones, el crecimiento económico siempre ha sido inferior al rendimiento del capital. El pensamiento económico tiende a formarse a partir de ópticas sobre el pasado mediato o inmediato, ignorando hechos contundentes cuyo conocimiento exacto debería orientar la formulación de políticas económicas. Así, ministros de Finanzas y directores de agencias e impuestos, padecen la propensión a navegar sin mirar lo que muestra la historia.

Y lo que evidencia, como conclusión sólida, es que en todas las sociedades organizadas, desde la remota antigüedad, el 50 por ciento más pobre de la población no ha poseído virtualmente nada. Los ritmos disparejos de crecimiento de PIB y capital dan origen a una ley -no vista por economistas pero sí sufrida por segmentos humanos inmensos- que dispone en fuerza contrapuesta a crecimiento y capital. Nadie lo duda, dice Piketty, que ha habido mejoras a partir de la posguerra, lo cual no debilita la ley.

Las revoluciones fiscales que se dieron inicio con la administración Reagan en todo el mundo sí han acentuado el fenómeno de contraposición.  Piketty construyó una tabla, World Top Incomes Database, cuya consulta puede hacerse en línea y deja en claro el fenómeno de acentuación desde 1980.

Piketty reclama la devolución de legitimidad ética y moral a la progresividad del impuesto. Y lanza la propuesta utópica por lo pronto de un impuesto progresivo mundial sobre el capital especulativo que gravaría flujos categorizados como globales (para lo cual debería mediar desde luego un tratado multilateral) cuyo fin sería el alivio de la pobreza absoluta.

El impuesto sobre la renta personal en Colombia es notoriamente regresivo. Nuestro país muestra una de las 7 desigualdades más pronunciadas según los más recientes estudios del Banco Mundial. Así, en nuestro entorno, entre más rico se es más baja es la tasa de impuestos efectivamente pagada. El sistema impositivo en definitiva progresivo sigue siendo un reto que entienden los tres candidatos punteros Santos, Peñalosa y Zuluaga.

Colombia busca su vinculación a la OCDE. La progresividad del impuesto se liga a concepciones altas de justicia y equidad, como lo prueba el libro mayor de Piketty. La progresividad del impuesto, profundizada y tecnificada, podría reducir el coeficiente de Gini como lo hizo Brasil.

¡Verdades que deben congregar constructivamente a nuestros candidatos!