JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Noviembre de 2013

La economía en el bravo pueblo
 

Nada  de lo que está sucediendo en Venezuela nos es indiferente a los colombianos. Nada de lo que allí acontezca dejará de tener repercusiones sobre el país.
La economía venezolana anda tan enferma por estos días como enfermo estaba Hugo Chávez es su último año de vida. Y, lo que es más grave: el tratamiento médico que se le aplica luce cada vez más disparatado. Las cosas van mal y terminarán peor en Venezuela.
La fiebre que revela esta enfermedad, que es la inflación, anda disparada. Ya llega a niveles anualizados del 50%. Y todo indica que seguirá subiendo. Este guarismo es el más alto de América Latina y denota que el mal es profundo.
Las perspectivas cambiarias también permiten adivinar que se ciernen tormentas que se desencadenarán, según muchos observadores, inmediatamente después de las elecciones previstas para el 8 de diciembre. La tasa de cambio del mercado paralelo es cuatro veces superior a la cotización oficial del bolívar. Mientras la tasa oficial es de seis bolívares por dólar, en la calle anda por niveles superiores a veinticuatro. Es como si en Colombia el dólar del mercado negro estuviera a ocho mil pesos.
Esto lo que indica a gritos es que el mercado  (último árbitro finalmente) no cree que el precio oficial del dólar sea el correcto. El Gobierno ha respondido con fanatismo delirante. Prohíbe a los medios de comunicación que divulguen la tasa del mercado paralelo. Ha cerrado cuentas de Internet que lo estaban haciendo. A unos pocos privilegiados les vende dólares para pagar sus importaciones a la tasa de cambio oficial, pero no en cantidad suficiente ni con métodos transparentes. Este es el mejor caldo de cultivo para la corrupción. El Gobierno pretende tapar el sol con las manos. Esto, por supuesto, no le va a resultar.
La otra cara de la enfermedad es el desabastecimiento creciente. No solo es papel higiénico lo que falta; la escasez de alimentos en las góndolas de los supermercados es aterradora. Los mismos periódicos (como lo denunció recientemente El Nacional) están a punto de quedarse sin papel para imprimir sus diarios y revistas.
¿Y cómo reacciona el Gobierno? Reprimiendo, sancionando, metiendo a la cárcel al que remarque precios, desconociendo las dificultades que plantea en la sicología de los negocios en cualquier parte del mundo una inflación del 50%. El gobierno Maduro denuncia cada vez con más estridencia, ahora envalentonado con su ley habilitante, una conspiración internacional capitalista que busca perjudicar a los consumidores venezolanos, cuando en verdad no hay otra cosa que una represión ciega y torpe por parte del gobierno Maduro de las fuerzas inapelables del mercado. Al lado del índice de precios tradicional se está midiendo en Venezuela el índice de desabastecimiento. Y este indicador está alcanzando en las últimas semanas las cotas más altas.
La otra cara de la moneda es la exacerbación de los contrabandos hacia Colombia. Que ya son muy altos y seguirán peores. El desabastecimiento interno venezolano tiene un camino natural de desfogue que es el comercio ilegal hacia Colombia. Nosotros debemos irnos preparando. En primer lugar, el desabastecimiento de alimentos es tal en Venezuela que puede ser una oportunidad favorable para Colombia, despensa natural del vecino país, consolidando su condición de proveedor natural de alimentos, siempre y cuando se convengan mecanismos de pago a nuestros exportadores confiables y creíbles. En esto se viene trabajando desde hace ya varios meses.
Pero además, cuando estalle la nueva devaluación del bolívar  (que todo parece indicar que será más pronto que tarde) habrá que estar preparado: se va a venir una  gigantesca oleada de alimentos de contrabando de allá para acá. Adicional a la que ya existe. La DIAN, y las demás autoridades deben estar preparadas. Que no nos coja inadvertidos. La competencia desleal para la producción nacional de alimentos, al menos durante un tiempo, será inclemente.
Ojalá que nuestro vecino encuentre lucidez para manejar con  realismo lo que las fuerzas del mercado le están diciendo allí a gritos. Y no pretenda que con demagogia altisonante se va a corregir tanta malformación económica. Como las que patéticamente están saliendo  a flote  en el país del "Bravo Pueblo".