JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 19 de Diciembre de 2013

Sin limosna

 

A  paso lento y con cuentagotas se abre espacio la cultura ciudadana, que es vista por muchos como algo aburrido. Eso es lo que no siempre fomentan alcaldes, gobernadores y demás autoridades, habitualmente preocupados por acciones que generen resultados mediáticos. En contraste, en Bogotá una pequeña papeleta distribuida en las calles por grupos de  jóvenes, ubicados en distintos lugares, despierta más valor y atención, que miles de cartillas o mensajes de distinto orden, que con frecuencia pasan inadvertidos para la ciudadanía.

Sin pretender hacer elogios hay que destacar la sencilla comunicación puesta en circulación por  Bienestar Familiar, sin duda, una de las instituciones más queridas por los colombianos. La hoja llega al punto requerido, para  insistir en que “Dar limosna, genera explotación infantil”. Agrega que en la capital, adultos utilizan a niños y niñas para  mendicidad, poniendo en riesgo su salud y su integridad. Invita a que todos los sectores de la sociedad hagan su mejor aporte, absteniéndose de entregar limosna, para erradicar esa explotación. Son muchos los sitios donde está ese delito silencioso que debe denunciarse a la línea abierta las 24 horas, en el 01-8000-918080.

La práctica es utilizada por desarraigados y  delincuencia hace muchos años. La convirtieron en modo de vida, que enriqueció bolsillos de mendigos y las páginas de la historia cotidiana de centros urbanos. No son pocos los episodios que relatan el trasfondo de típicos personajes en todas las ciudades, donde en los atrios de templos, portales de edificios y plazas públicas, instalaron sitios de trabajo o de enlace con la delincuencia urbana.

 Se necesita respuesta de la gente y acción social de Estado y gobiernos municipales.  Otra cosa es el abandono de menores, ancianos, grupos indígenas y personas desvalidas, algunas en condiciones de desplazamiento, desde apartadas zonas del país.

Son fenómenos que requieren formación de programas de acción efectiva, con suficientes elementos, instalaciones y logística profesional en todas las especialidades, con respaldo presupuestal para el fin, en lugar de inversiones innecesarias en ciudades y poblaciones.   

Es deplorable que no se haya logrado rescatar 25 mil millones de pesos anuales que le cuesta al país, pertenecer al Parlamento Andino,  la vena rota más costosa para la Nación.  Se pensaba que esa suma podría llegar a labor humanitaria integral. Los trámites ganaron.

Que cuando se haga acción humanitaria, no sea solo con desfiles de modas y remate de cachivaches. ¿Quién prueba que ese dinero lo destinan a esas tareas? El objetivo es pensar en grande con presupuesto, planeación y manos limpias, sin limosna como solución.