Empleo esclavo
Detrás de indicadores sobre generación de empleo se esconden verdades y también crueles realidades que son sin duda una violación de los derechos humanos. Jóvenes de ambos sexos entre 17 y 21 años son recibidos para trabajar en Bogotá y principales ciudades, en almacenes de grandes superficies, supermercados, bares, restaurantes, promociones comerciales y oficios de mantenimiento, entre otros, sin prestaciones sociales con pago por debajo del salario básico legal vigente. Cumplen jornadas desde las 9 de la mañana hasta la medianoche de lunes a domingo, incluidos feriados.
La modalidad deja al descubierto cómo algunos de estos empleadores seleccionan jóvenes que hacen tránsito entre adolescencia y mayoría de edad, sin conocimiento sobre legislación laboral, para prometerles que más adelante serán contratados con mejores salarios y facilidades para estudiar.
El testimonio que revelan los jóvenes es directo, aunque en voz baja cuando un ciudadano de manera desprevenida les pregunta sobre su empleo, pero con inquietud por su edad. Reciben 300 mil pesos mensuales. El diario lo cuadran con propinas, cuando las aportan directamente los clientes, en bares y restaurantes. Muchos de esos establecimientos tienen prestigio por sus dueños, entre ellos cantantes, actores y conocidos realizadores de espectáculos que se muestran como gestores de empresa y trabajo.
Cuentan los empleados que las propinas depositadas en alcancías a la vista de los clientes, quedan para los propietarios, pero no para los empleados.
Las jornadas, especialmente los fines de semana obligan a los jóvenes a dormir en los locales, en razón de la lejanía de sus casas, dificultad de transporte a la medianoche y exigencia de regresar a trabajar a las 9 de la mañana del siguiente día. Son negocios de dos caras, que se anuncian como de 5 estrellas, ante turistas y habituales clientes, a quienes les presentan show en la noche y les ofrecen servicios de taxi a hoteles o residencias particulares.
En otro frente hay dudas sobre el destino de dineros depositados en buzones ubicados en el comercio, con destino a obras humanitarias, supuestamente para víctimas de la guerra y desvalidos en general. ¿Eso quién lo controla?
A la ilegalidad se suman empresas que reciben estudiantes de carreras profesionales para realizar prácticas, sin reconocimiento salarial, sin transporte y, más denigrante, sin derecho a recibir un refrigerio. Al exigir es trabajo y al pagar es práctica. El Ministerio de Trabajo, sin esperas, debe intervenir con firmeza y sin vacilación, para erradicar el empleo esclavo, que además tiene acoso laboral y sexual que por miedo, no denuncia la juventud engañada.