JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Julio de 2014

Objetivo y condiciones

La Constitución colombiana señala los fines del Estado:  “…servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”.

Siempre habrá objetivos estatales concretos y prioritarios en el tiempo. Pueden coincidir con algunos de los permanentes. Dependen de situaciones o estados de cosas que exigen unas respuestas en las cuales se empeña la sociedad y a cuyo respecto se comprometen los gobiernos. Entre los últimos mencionados ubicamos el objetivo fundamental, de hoy, del Estado colombiano: lograr la paz, tras cincuenta años de un conflicto violento y sangriento. Ese propósito, claro está, exige condiciones y requisitos.

El que perseguimos -la paz- sería imposible sin la verdad.  Sin el conocimiento por parte de la sociedad y de las víctimas del conflicto, acerca de lo que realmente ha ocurrido en el país en los últimos lustros por culpa de muchos sectores. Y sin la reparación.

De ahí la importancia de la Comisión de la Verdad y de todo lo que se dijo durante el Foro “Cultura de Paz y Justicia Transicional”. Como expresó el presidente Santos, todos los sectores sociales y políticos deben preguntarse su cuota de responsabilidad y contribuir a la satisfacción de los derechos de las víctimas.

Pero los primeros obligados a ese reconocimiento son los victimarios: guerrilleros, paramilitares, agentes estatales que hayan traicionado a la sociedad. La verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición -que son las bases esenciales del proceso de paz- tienen que comenzar por el reconocimiento expreso que los victimarios hagan de sus crímenes. Son precisamente esos victimarios quienes, ante todo, deben decir la verdad -pero no “a medias”, sino completa-; y responder en efecto, reparando a las víctimas.

 Desde luego, no hay víctimas de primera y segunda categoría. Todas -de la guerrilla, de los paramilitares, de los agentes estatales- deben estar en el mismo plano, conocer la verdad y obtener la reparación. Todo en busca del objetivo primordial de la Colombia de hoy: la paz.