JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Abril de 2014

Pensemos

 

Se han dicho y escrito muchas cosas -algunos piensan que todo- acerca del insoportable clima de violencia y crimen  que se respira en el país. Pensamos, sin embargo, que al respecto falta mucho por estudiar, tanto desde el punto de vista de la psicología colectiva como desde la perspectiva sociológica y especialmente dentro de un concepto jurídico que vaya más allá de la búsqueda de tipos penales adecuados a las múltiples formas delictivas que se suceden a diario y de la formulación de proyectos legales orientados al aumento de penas o a la instauración de nuevas figuras normativas, según las conveniencias resultantes de la exposición pública de casos que -como los provenientes del terrorismo, los ataques con ácido o la conducción de vehículos bajo los efectos del alcohol- son motivo de titular o investigación periodística.

Necesariamente tenemos que volver sobre el tema de la educación, porque buena parte de las conductas que ofenden a la sociedad y que generan justificada alarma en los medios de comunicación tienen su génesis en el mal ejemplo recibido desde la niñez en el hogar o en las deficiencias que hoy acusan los programas oficiales aplicados en los establecimientos de primaria y secundaria, tanto públicos como privados. Han desparecido o se encuentran en el nivel de la costura las asignaturas vitales para la formación de la personalidad de los educandos, como la religión -aunque a muchos les fastidie esa referencia-, la moral, la historia de la Patria, la cívica o las nociones básicas del comportamiento ciudadano y las responsabilidades que implica la convivencia en el interior de la sociedad. Hasta las matemáticas han dejado de ser prioridad, como lo demuestra el vergonzoso último lugar de Colombia en las pruebas PISA, las cuales no demuestran valentía -como dice la Ministra- sino pésima preparación de los alumnos.

Entonces, cuando además se verifica que los pocos estudiantes que pueden llegar a la Universidad se presentan a ella ignorándolo todo en los asuntos aludidos, uno se pregunta -sin desconocer que subsisten algunos colegios excelentes-: ¿qué se está enseñando a nuestros niños y jóvenes? ¿Cuáles son los valores y principios que se les inculcan? ¿Hay una preocupación genuina de los padres y educadores por la formación de su carácter, su personalidad y su responsabilidad ante la sociedad y el Estado? ¿Se los está forjando con una clara conciencia del respeto a los demás y a los  postulados propios de la moral social? ¿Se les dice hasta dónde llega la libertad? Pensemos.