JAVIER A. BARRERA B. | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Enero de 2013

La brújula sin norte

Lo  he dicho cientos de veces: si uno quiere entender a Colombia como sociedad, tiene que ver la película El Embajador de la India. No sólo porque retrata el rencor social colombiano, sino porque revela nuestra astucia a la hora de hacer trampa y nuestra ingenuidad a la hora de comprar basura extranjera.

Alternativas importadas de ciudades o países desarrollados, donde el dinero, la corrupción, e incluso la tipografía y morfología tienen valores diametralmente opuestos a los nacionales. De ahí que la importación de modelos nunca dé los resultados esperados.

Ahora resulta que algún funcionario público, brillante como todos los servidores colombianos, decidió otorgar una licencia de construcción en nuestra última reserva de bosque seco, y claro, como era de esperarse: todo se justifica bajo el argumento de que se seguirá un modelo implementado en países como Estados Unidos y Suecia. Porque claro, allá seguro que funcionó perfecto y acá seguro que lo vamos a hacer igual.

Lo curioso de esto es que en todo el país sólo hay dos actores a favor de la medida: el que otorgó la licencia y el que va a ganar dinero con el negocio del hotel. Si del resto de Colombia dependiera, no habría hotel, licencia ni nada.

El Ministerio de Ambiente se pronunció en contra, y resulta curioso que ni el propio aparato estatal tenga las herramientas para controlar desmanes de este tipo.

El punto al que pretendo llegar es a que este hecho revela dos cosas: 1. La debilidad institucional de Colombia, donde ni los ministerios pueden ejercer un poder coercitivo en pro del bien nacional y 2. Los estragos que ha traído al país el régimen político de los últimos años.

Tenemos una sociedad construida con retazos y pegada con la basura institucional que producen parásitos como Roy Barreras que cambian de ideología al son de la orquesta de turno, políticos de pacotilla que nos han construido un país de mentiras sustentado sobre los pilares de la burocracia, del negocio de moda y de los intereses personales.

La consecuencia del ego de nuestros líderes se materializa a diario de forma diferente. Cada cuál creó una ley de acuerdo con su modelo, cada quien montó un esquema siguiendo sus intereses y cada cual con el apoyo de cualquier partido que se le mida a participar.

No tiene sentido que hayamos permitido que la corrupción acabara con una de las herramientas que tiene la democracia para construir un modelo de nación serio: los colectivos ideológicos o partidos políticos.

Así Colombia parece un país que se construye bajo una brújula sin norte.

@barrerajavier