JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Enero de 2014

Democracia y partidos políticos

 

La política consiste  precisamente en disponer de las decisiones adecuadas para que  un determinado conglomerado social pueda  avanzar en progreso y prosperidad,  de manera incluyente de todas las personas,  beneficiando  íntegramente a la población y no solamente a unos pocos.

La democracia es el escenario  político por excelencia para que ese debate pueda darse y todos los ciudadanos participen en la toma de tales decisiones.   Los partidos políticos son el instrumento para elevar a programas dichas alternativas  e implementarlas en el eventual  ejercicio del poder.  Sin partidos políticos  fuertes y actuantes no puede haber democracia.  Los partidos políticos deben canalizar  las reflexiones y  las acciones para el mejoramiento de  la vida ciudadana;  son las instituciones fundamentales del juego democrático.  Su esencia verdadera es  presentar programas a la población y tener la vocación de llegar al poder para implementarlos, no para darle cargos y ocupación a sus miembros, ni para garantizarles la permanencia en los puestos públicos, sino para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de una nación.  Lo ideal es que existan varios partidos que presenten diferentes propuestas y alternativas a los ciudadanos sobre lo que ha de ser su destino.

Por todo ello sorprende que un partido político desista de su vocación de llegar al poder y se limite a buscar alianzas con otras fuerzas políticas para que sean ellas  quienes accedan  al ejercicio del poder y a la implementación  de sus programas.   Si bien esto puede darle a los  que en un momento dado regentan el gobierno de un partido réditos  temporales  presupuestales y burocráticos,  a la larga no se obtiene cosa distinta que deslegitimar el partido y negarle su razón de ser, su aptitud de ser alternativa de poder  en el debate democrático.

 

El Partido  Conservador ha sido una fuerza trascendental en el desarrollo de la patria y en el forjamiento de la historia republicana de Colombia.   De allí han surgido importantes programas que han delimitado la vida de los colombianos y  grandes líderes que los han implementado.  Ojalá que ese pasado histórico  estimule a sus miembros a querer seguir siendo una alternativa de solución a los problemas   que debe resolver  la sociedad para obtener un futuro mejor y más próspero, ahora que se aproxima el espacio de convención que ha de señalar su próximo destino.

Confundirse en otras fuerzas políticas, sin presentar sus propias alternativas para la visión del futuro colombiano, con sus propios líderes,  por el mero afán de conservar espacios burocráticos, no  producirá otro efecto  que continuar la marcha, amortajado hacia su propio funeral.