El presidente Iván Duque tuvo un periodo difícil, le tocó enfrentar desafíos coyunturales que requerían un liderazgo superior. Retos que lo cogieron con poca experiencia para enfrentarlos, pero que logró sortear de alguna manera. Además, tuvo que lidiar con la oposición más dura que quizás algún gobernante ha enfrentado en la historia de Colombia, sus críticos no tuvieron inconveniente en mentir, en atacarlo como persona y destruir su honra, se metieron con su matrimonio y hasta con sus hijos. Casi siempre contando con el silencio cómplice de algunos medios de comunicación. Estoy seguro que ahora que gobiernan no permitirán que los traten con el mismo rasero, tampoco creo que lo hagan pues quienes hoy ocupan la tarea de ser opositores tienen estándares éticos más altos, son coherentes y para ellos el fin no justifica los medios.
Duque intentó ser conciliador, ignorando quizás por su inexperiencia que se enfrentaba al más feroz de los leones que, ante cualquier descuido, lo devoraría sin escrúpulos. Al inicio de su gobierno le apostó a creer en las personas y rápidamente lo destruyeron. La oposición fue tan hábil en su propósito de destruir la contrario para llegar al poder que hasta lograron poner a su propio partido en su contra. No era tan difícil medirle el aceite a quien no conocía la jauría a la que se enfrentaba.
Como respuesta a esto y también producto de los males que genera el poder a Duque le fue ganando su soberbia y terquedad, se blindó rodeado de un comité de aplausos que poco le aportó al esconderle los problemas que le rodeaban y quizás repetirle que todo estaba bien y que era un gran líder, unos (los que lo quieren) para protegerlo, y otros (los interesados) para conservar su cargo y seguir escalando y la gula que genera el sector público. Esa desconexión hizo que le fallara a sus electores, que la austeridad con la que se eligió no llegara, que sus salidas en falso fueran frecuentes y que por sus errores se convirtiera en el jefe de debate de sus opositores.
A todo esto, se sumaría su falta de visión, o no tenía clara o no comunicaba bien a su equipo cual era el legado por el que quería ser recordado. Recuerdo la anécdota en una entrevista a Juan David Aristizábal en donde contaba como en una sesión del Foro Económico Mundial en Davos, un empresario extranjero le preguntó al presidente, a un ministro y a un empresario colombiano dónde veían a Colombia en 10 años. Los tres dieron una respuesta completamente distinta. Quizás por esto su obsesión por la “economía naranja” terminó convertida en un chiste.
Todo esto ocurrió antes de la llegada de la pandemia, casi a los dos años de su gobierno. Este evento global obviamente destruyó los planes de la mayoría de los gobernantes del mundo y al final no nos queda de otra que evaluarlos por su gestión en este tema. “Al César lo que es del César”. Iván Duque y su ministro Fernando Ruiz tuvieron un excelente manejo de la pandemia, vacunamos rápido y logró (aunque de manera artificial) recuperar la economía.
Duque deja como lección que no basta con ser un buen gerente para ser un buen presidente, también es fundamental ser un buen político, y para esto hay que ser hábil y sobre todo entender que es imposible tratar de tener contento a todo el mundo, todo el tiempo.