HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Febrero de 2014

Corrupciones

 

El escándalo de las grabaciones de altos oficiales del Ejército Nacional que publicóla revista Semana, gracias a la filtración de algún buen amigo, volvióa poner sobre el tapete el tema de la corrupción y de los negocios que hay detrás de la guerra.

Mientras desde el establecimiento civil y desde las propias elites de las Fuerzas Militares se repite como una catilinaria, que el problema más grave del país son las Farc, la evidencia demuestra que la subversión solo es un fantasma con el cual los dueños del país enmascaran el verdadero cáncer que corroe no solo al Estado sino, lo que es peor, a toda la nación colombiana.

Es impresionante cómo detrás de la mayoría de las conversaciones publicadas hay algún negocio. Comisiones, negociados, tráfico de influencias, solidaridades casi criminales, intermediaciones, etcétera. De todo, como en botica.

Paradójicamente al Ejército no solo lo interceptan, sino que también lo hace. Asíquedódemostrado la semana inmediatamente anterior, cuando se les “cayó”una central de inteligencia que operaba desde la fachada de un apacible “restaurante ejecutivo”. De ahísurge una primera pregunta. ¿Quién le estásacando los esqueletos del closet al Ejército? Y cuánto duraráel Ejército en sacárselos al resto?

Porque el verdadero problema de las elites hoy en Colombia es precisamente ese. Todos tienen huesos mal enterrados. Rabos de paja que se incineran a la menor candela. No deja de ser curioso, por decir lo menos, que el que hoy se asusta de la “corrupción”en las FF.AA., sea el mismo que hasta hace no muy poco estuvo al frente de todos los procesos de contratación como Mindefensa. O que la candidata del Partido Conservador, también lo haya sido y nunca se hayan escuchado denuncias del uno o de la otra.

Los que hoy se escandalizan por las “chuzadas”en contra o por parte del Ejército, son los mismos que celebraron o por lo menos excusaron las que se hicieron en el gobierno de Uribe contra los magistrados de la Corte Suprema, periodistas o senadores de la oposición. Periodistas que iban puntuales al DAS a recoger, a sabiendas, los resultados de seguimientos ilegales para publicarlos como primicias, son los mismos que hoy abanderan el voto en blanco contra la corrupción.

Ahíestáel otro problema: en la definición de corrupción. La mayoría de la población colombiana justifica los medios para obtener su fin. Comunicadores que avalan delitos contra la intimidad ajena, para lograr una exclusiva. Expresidentes que compran el honor de los oficiales para dañar una operación del Gobierno. Fiscales que prefieren negociar antes que investigar. Policías que manipulan escenas del crimen para ocultar un fallo propio, o simples ciudadanos que en cada extremo de los estratos ocultan sus ingresos para no pagar impuestos o para seguir en el Sisben, todos son ejemplos de un estado general de cosas inmorales que ya a nadie parece importarle.

Lo peor es que desde 1978 cuando Julio César Turbay Ayala prometió“reducir la corrupción a sus justas proporciones”no se volvióa oír ni una sola propuesta de los políticos sobre el tema.

@Quinternatte