HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 19 de Noviembre de 2013

Apagones

 

La  tarde del miércoles 13 de noviembre de 2013 estalló y se incendió la subestación eléctrica La Concordia, ubicada en la calle 12 con carrera 1 en el muy tradicional barrio La Candelaria, en el corazón de Bogotá. Codensa reportó que el daño ocurrió a partir de las dos y cincuenta de la tarde y que los afectados fueron veinticinco mil clientes ubicados entre la Avenida Circunvalar y la carrera 10 y entre las calles 3 y 26. Probablemente ese sí sea el número de abonados que tenga la Empresa de Energía en el sector comprendido dentro de las calles y carreras en los que localiza la incidencia del estallido de la subestación, pero el número de afectados se cuenta en cientos de miles.

La mayoría de las oficinas gubernamentales del orden nacional y del distrital están ubicadas en el sector del incidente. Allí se localizan todas las Altas Cortes, la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Presidencia de la República, los ministerios de Justicia, de Interior, Salud, Hacienda y Relaciones Exteriores y un par de superintendencias; casi todos los juzgados civiles de la ciudad, varias fiscalías delegadas, el Banco de la República y cientos de empresas privadas de todos los tamaños. El centro de la ciudad más importante del país ha estado durante todo el resto de semana a oscuras. Aunque Codensa informó el 14 (jueves) que estaba a punto de restablecer la totalidad del servicio, ese mismo día debió rectificar a través de un comunicado de prensa, en el que señaló que a causa de la “complejidad” de la solución, se tomaría algún tiempo adicional.

La verdadera tragedia del apagón no es la de esas oficinas públicas o de las empresas privadas de gran tamaño, sino la de los pequeños comerciantes y la de los miles de empleados que conforman su clientela. Daba lástima ver los negocitos de fotocopias que viven del día a día, con las puertas cerradas. O a los pequeños restaurantes a oscuras y sin servicio, mientras los de tamaño medio, sacaban afanosamente todos sus productos perecederos en búsqueda de  refrigeración salvadora, mientras los pocos que podían atender, no daban abasto para tanto cliente. Pero lo más preocupante fue notar que muchas de las oficinas públicas que se localizan en el centro, no tienen recursos suficientes para enfrentar una emergencia por falta de energía eléctrica y que por ello, ante situaciones como la presentada, quedan prácticamente paralizadas.

El Palacio de Justicia, por ejemplo, no solo concentra físicamente en un solo sitio todas las Altas Cortes, sino todos sus servicios virtuales y por cuenta del apagón han estado intermitentes durante la mayor parte de la semana. Igual ocurrió con los de la Procuraduría General de la Nación, los de la Cancillería y hasta con algunos de los servicios físicos de esas misma instituciones.

Esperemos que los espías nicaragüenses no se enteren de lo fácil que es paralizar la administración central colombiana, o que por lo menos el Gobierno colombiano declare la subestación La Concordia como bien estratégico de especial protección. Y si no, que empiecen a repartir ábacos y velas.

@Quinternatte