Descontrolados
Tres hechos en la misma semana, todos graves, han dejado en evidencia uno de los mayores problemas que tiene el país: el de la falta de controles de las agencias y organismos que deben ejercerlos dentro del ámbito normal de sus competencias.
Una masacre en Santa Rosa de Osos (Antioquia) que cobró la vida de 10 campesinos, recordó, no solo el horror paramilitar que la propaganda uribista había declarado finalizado por negociación, sino todos los errores estatales en materia de control del orden público que durante años ha llevado tantos militares y policías a la cárcel por delitos de omisión o por incumplimiento de sus deberes.
Dónde estaba (o está) la inteligencia militar y policial que no fue capaz de anticiparse a la masacre o que no identificó el nivel de riesgo en la región por la generalización de las extorsiones. Es bueno recordarles a los comandantes de las respectivas unidades militares y policiales que, por ejemplo, el tortuoso proceso del general Uscátegui es por un caso similar.
El segundo hecho fue el homicidio del niño, Isaac S. García Perilla, que de camino a su colegio fue arrollado por una buseta de servicio público manejada por un conductor que se voló el semáforo en rojo. La infracción de tránsito fue solo una más para quien ya debía más de ocho millones de pesos en comparendos.
Nuevamente hay que preguntar ¿dónde están las autoridades de control? Su deber de cuidado no se agota en la imposición de partes que nunca cobran a los infractores. Cuántos de esos irresponsables están hoy al volante de taxis, buses y busetas al acecho de peatones indefensos. El reproche debe extenderse a las empresas de transporte que sin ninguna responsabilidad social contratan a esos conductores a sabiendas de la clase de salvajes que son.
El derecho penal tiene suficientes instituciones para responsabilizar penal y civilmente tanto a quienes tienen el deber jurídico de sacar de las calles a esos conductores como a quienes les facilitan los automotores para seguir cometiendo fechorías amparados en el derecho al trabajo.
El último caso, es el de Interbolsa. Cómo es posible que la Superintendencia Financiera no se haya dado cuenta de la tremenda debacle hacia la que se encaminaba una firma que en el mercado de valores era vox populi que tomaba demasiados riesgos en operaciones que algunos no dudan en valorar como muy poco ortodoxas.
Tampoco aquí operó ningún control o ninguna alerta previa. La Superfinanciera vuelve a fracasar rotundamente en sus tareas, como con DMG o con todas las otras pirámides o en las otras crisis que han ocurrido. Tampoco sirvieron los controles internos de la bolsa, AMV, por ejemplo, ¿no se supone que es la primera línea de defensa ética del mercado de valores?
Los tres casos, tan distantes y aparentemente tan distintos, tienen exactamente el mismo origen: la ambición humana y la ausencia absoluta de ética.
Los anónimos asesinos que fusilan campesinos a mansalva y sobreseguro en Santa Rosa de Osos, son los mismos comisionistas de bolsa vestidos de frac que juegan a Midas con dinero ajeno, o los mismos transportadores que asesinan niños contratando choferes irresponsables.
@Quinternatte