Sataniza el capitalismo
A los economistas se les critica la poca visión futurista para predecir los desastres en el porvenir de las sociedades humanas. Nadie dijo nada respecto a la dramática crisis padecida por los países europeos y EE.UU. Pero con rigor y severidad analizan retrospectivamente los episodios que sacuden a la sociedad. A varios idiomas ha sido traducido el reciente libro sobre el Capitalismo en el Siglo XXI, del nuevo Marx, el famoso hacendista francés Thomas Piketty. Son muchas sus tesis y sus análisis. Afirma que el capitalismo ha desencantado el mundo por haber conducido a la desigualdad, a la más aberrante concentración de la riqueza, al imperialismo financiero y a agravar el estancamiento socioeconómico y el subdesarrollo. Culpa en gran parte a EE.UU. Por ser el principal líder de esta gigantesca frustración. Menos mal que no llega al extremo de cientos de izquierdistas demenciales autores de frases tan terribles como estas: “El capital es un crimen y sus capitalistas son uno delincuentes...El capital es un robo”, etc.
La gran verdad es que a pesar de sus fallas, -nada de lo humano es perfecto- el liberalismo económico le ganó la batalla al comunismo. En la dilatada confrontación Este-Oeste el capitalismo se impuso. Sus principios, sus conocimientos científicos y tecnológicos se superpusieron a los demás. Existe un proceso de “occidentalización” del mundo. Esto se nota no sólo en las altas y complejas expresiones de la tecnología, sino también en la forma de organizar la sociedad, en su economía, en la nueva escala de valores éticos y estéticos, en las costumbres, en las pautas de consumo, en los modos de vestir y en muchos aspectos de la vida cotidiana. Las líneas de comportamiento del Oriente, cada vez son menos fuertes, a pesar de las hondas raíces en el pretérito. El mundo tiende a ser homogéneo por la avasalladora influencia del “capitalismo”.
La dura controversia la ganó el capitalismo por multitud de razones, las principales sus inagotables recursos científicos, tecnológicos, capacidad de lucha, habilidad y la manera de insertarse en todos los rincones del universo. Claro que no puede sostenerse dogmáticamente que el capitalismo es totalmente bueno o absolutamente malo. Es más eficiente. O tiene menos imperfecciones que otros modelos sociales. En un sustantivo artículo recordaba Carlos Martínez Simahan la densa sentencia de Felipe González, expresidente de España: “La tragedia del mundo consiste en que los ricos saben crear la torta de la riqueza, pero no la saben repartir; y los pobres saben repartir la torta pero no la saben hacer”.
El capital es un elemento indispensable para la producción en cualquier sistema económico. Tan indispensable como los otros factores productivos. Que el capital lo tenga el Estado o el sector privado, en nada altera el proceso de producción. Solo que los privados son más eficientes que los burócratas. El privado trabaja para su propio beneficio y el burócrata para un ente abstracto que es el “Estado”.
Los países capitalistas entregan a las naciones pobres capital, tecnología, experiencia, conocimientos. Los subdesarrollados en cambio facilitan materias primas, mano de obra barata, mercados. Si estos últimos son eficientes, como los dragones asiáticos, pueden dar el salto a la opulencia.