HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Julio de 2014

150 mujeres poetas

 

Toda mujer sacudida por la poesía marcha por el mundo sin encontrar sosiego, ni reposo, ni tranquilidad para su alma. Parodiando a San Agustín podemos exclamar, si no nos preguntan  qué es poesía, sabemos todo lo que significa esta expresión misteriosa;  pero si nos obligan a definirla, qué dificultad para explicar todo lo que sentimos. La vida de un pueblo está indisolublemente unida a la perennidad de sus poetas. Grecia debe su grandeza a la colosal poesía de Homero, Italia debe en gran parte su unidad a Dante. Y qué decir de Víctor Hugo, en francés;  de Shakespeare el británico y Goethe el alemán. La poesía como el amor solo se puede expresar con la embriaguez de las palabras. Nuestra historia seria incompleta si olvidamos a Silva, a Isaac, Valencia, León de Greiff, Jorge Rojas y Carranza, entre otros.

Inmenso el aporte que le ha hecho a Colombia y a la cultura en general, Guiomar Cuesta Escobar y Alfredo Ocampo Zamorano con dos voluminosos libros -el segundo de 948 páginas- bajo el título “Poesía colombiana del siglo XX escrita por mujeres”. Muchos lustros -25 años- de paciente investigación. Encierro en bibliotecas, archivos de periódicos, colecciones de revistas, análisis de todas las antologías, entrevistas personales y otros recursos, sirvieron de base para dar a luz a tan extraordinaria publicación. Es una versión distinta a la que se conoce del parto de los montes. De otro lado, y es lo más trascendental, se trata de un par de humanistas, desde el penacho hasta los espolines. La introducción del segundo tomo es de cerca de 140 páginas. Se trata de todo un ensayo denso, conceptuoso, valorativo, riquísimo en mil informaciones. Abunda la sabiduría, la sindéresis, el equilibrio, la buena prosa y el dominio de los temas. Los autores han hundido el estoque de los conocimientos hasta la empuñadura. Han destapado el frasco de las mejores esencias. Sólo resiste el tiempo, lo que se hace con tiempo. Son 153 poetas surgidos a partir de 1950. Mujeres poetas estremecidas y vibrantes. Quizás de cataduras y perfiles diferentes. Algunos poemas producen asombro y sorprenden.

Guiomar Cuesta Escobar, según la crítica más exigente, es una poeta consagrada. Algunos de sus poemas son para leerlos, releerlos y aprenderlos. Como crítica es ponderada, juiciosa, compresiva y prefiere pecar por generosa y no por egoísta o mezquina. Alfredo Quijote Ocampo es un soñador, un “tragalibros”, un investigador escrupuloso, un literato a carta cabal. Mantiene las antenas abiertas a la alta cultura. No se apresura en sus estudios. Prefiere un mal parto a un buen aborto. Lo que hace está dominado por la perdurabilidad y no por la fugacidad.

Es una delicia, un manjar de dioses leer muchísimos poemas. Este segundo volumen crea una atmósfera en que todo es fragancia, profundidad, perfume, contenido, música, arrullo, trino, mirra, incienso, bálsamo. Los temas son infinitos, la muerte, la vida, el amor, la soledad, la madre, el padre, el hijo, La familia, el paisaje, el dolor, el placer, la felicidad, la leche, la miel, la luna, el sol, el día la noche, Dios, la eternidad.

La poesía es el mundo maravilloso de la ensoñación y de los júbilos intensos. La poesía es la carne del gozo y la carne del dolor, lo frágil y lo poderoso, lo obvio y lo indescifrable.

En medio de tanto pragmatismo y banalidad, que maravilla libros como los entregados a Colombia por Guiomar Cuesta y Alfredo Quijote Ocampo. La humanidad vale por los libros.