HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Mayo de 2014

Los pecados de sus grandes hombres

 

Gabriel  García Márquez, Fernando Vallejo, José María Vargas Vila y Porfirio Barba Jacob, entre otros gigantes, como seres humanos tuvieron extravíos. Todos humanistas descomunales, príncipes de la lengua, en el indómito corcel de la palabra galoparon por los cielos de la fama. Almas tormentosas, vagaron por el mundo, degustaron todos los placeres, mordieron los frutos más apetecidos y lo más trascendental, Colombia tuvo protagonismo internacional gracias a sus producciones extraordinarias.

El Instituto Caro y Cuervo publicó en 7 volúmenes los escritos de Laureano Gómez, política, literatura, critica, histórica, polémica. En un volumen habla el caudillo de la derecha de las vociferaciones de Porfirio Barba Jacob contra Colombia y contra su madre. Este inmenso poeta quedó marcado por la ferocidad, según sus propias palabras, con que su madre lo trató, lo humilló, lo ultrajó y lo expulsó del seno del hogar. Culpó a su país de la miseria en que vivió. En su verso terrible afirma: Fueron los hospitales más paupérrimos los que mitigaron mi hambre y mi dolor y en “medio de la tormenta el huracán, mi sufrimiento y mi orfandad”.

Darío Jaramillo expresó despiadadamente de Barba Jacob: “…Fue un poeta indecente, trashumante, sin ética, panfletario, cínico, sablista, vividor, vicioso, pequeño truhán, provinciano dañino, pequeño estafador, exhibicionista de sus hábitos más socialmente condenables, campesino de sus versos” y para finalizar le niega hasta la cristiana virtud de sentir ternura ante su estremecedora poesía.

Barba Jacob está entre los cinco poetas más grandes de América según Eduardo Carranza, León de Greiff, Valencia Goelkel y otros. Arenas Betancourt le dedicó uno de sus mejores monumentos.

Fernando Vallejo en forma casi demencial ha ultrajado a Colombia y a los colombianos. Muchas de sus obras han sido galardonadas. Recibió el Premio Rómulo Gallegos por su libro El desbarrancadero - 2003. También se llevó al cine su obra La virgen de los sicarios, exaltada en varios países. Los expertos lo consideran como una de las más encumbradas autoridades en cuestiones gramaticales. Pues Fernando Vallejo renunció escandalosamente al gentilicio de colombiano. ¿Desde cuándo, señor Vallejo, se puede convertir la excepción en norma? Si menos de 50.000 guerrilleros cometen actos terroristas, ¿se puede sostener que 40 millones de colombianos somos criminales? Si por el hecho de que en 12 apóstoles, hubo un Judas traidor, ¿se puede insultar a los otros once? Fernando Vallejo utiliza los más mezquinos adjetivos para atacar a su Santidad el Papa Francisco. ¿Dónde está el sentido de la tolerancia y el principio democrático de convivir con lo diferente? Fernando Vallejo afirma que si él fuera Nerón y Colombia tuviera una sola cabeza, se la cortaría instantáneamente.

Vargas Villa repitió en mil tonos que sentía vergüenza de ser colombiano y que por eso siempre vivió en el extranjero. Refiriéndose a nuestros presidentes, expresó con ironía. Uno de los mejores presidentes fue Santiago Pérez. Y este seudo-humanista hizo dos cosas en su vida, publicar un libro Jacobo Molay, que nunca se vendió y tener un hijo Santiaguito, que ese sí vendía mucho.

A García Márquez se le critica haber vivido más de 50 años fuera de Colombia y su asombrosa indiferencia con su pueblo nativo Aracataca. Sus premios los regaló a los extranjeros y nunca se acordó de su región que le dio vida y tema para inmortalizarse. Su deslumbramiento ante el poder lo llevó a endiosar a Fidel Castro, perseguidor de escritores y humanistas. Qué diferente fue el generoso Fernando Botero.