Gerlein, Cepeda y el conservatismo
Mediano de estatura, tiene una estampa ágil, fina y nerviosa, como una espada toledana. Fuerte y cesáreo, nunca ha sabido lo que es el reposo.
Ese es Roberto Gerlein. Efrain Cepeda, presidente del Directorio Nacional Conservador al condecorarlo con la Gran Cruz Placa de Oro del conservatismo, lo dijo todo cuando expresó: “Roberto Gerlein es la excelencia academica, cuando habla en el Congreso el Senado se silencia”. La concurrencia en el Hotel Tequendama para aplaudir al homenajeado fue muy selecta y Soraya Galvis, coordinadora, actuó de manera impecable.
Los oradores tocaron el trascendental tema de la vocación por el poder de los partidos. Y ese es el gran desafío de nuestros jefes nacionales y regionales. ¿Por qué descendimos de 31 senadores a 21? ¿En Cundinamarca y Bogotá desaparecimos? ¿No llegamos a tener 6 parlamentarios en esta zona, vitrina de Colombia? ¿La mayoría azul en varios departamentos es cosa del pasado? La respuesta involucra a todos los conservadores. Ricos y pobres, negros y blancos, hombres y mujeres, viejos y adolescentes, campesinos y citadinos, oligarcas y proletarios. El discurso tiene que ser más ideológico que burocrático y más con contenido moral que pragmático. Álvaro Gómez sostuvo: En Colombia hay más conservatismo que partido y Gerlein recordó el apotegma según el cual Colombia es un país conservador que vota liberal.
La guerrilla, el terrorismo y la insurgencia aplastaron la población campesina, expulsándola brutalmente a los cordones de miseria de las capitales. Los provincianos se quedaron sin tierra, sin techo y sin salario. El proselitismo hay que orientarlo a los grupos más vulnerables, a los jóvenes, a las mujeres, a los profesionales, a los artistas, a los intelectuales. Tenemos que luchar con más eficacia en el regreso de los desplazados a sus campiñas, pero con el apoyo financiero y técnico del Estado. De cada cien pesos del presupuesto, 95 se quedan en las metrópolis. Todos los proyectos de desarrollo -créditos, viviendas, educación, hospitales- conducen a las capitales, jamás a las zonas excluidas. Descentralizar es ceder poder.
En un almuerzo en mis instalaciones profesionales, expresó, con picardía, Alfonso López Michelsen. Por muchas razones soy liberal. La principal por tener derecho a disentir. En el liberalismo no existe del delito de opinión… Y en otro campo el nombre “Liberal”es más sonoro y embriagador que el nombre “Conservador”. El vocablo liberal incita a la rebeldía y pone calor en la sangre…Yo le repliqué: No olvide Sr. Presidente que con “c” se escribe Colombia, corazón, cerebro, cristianismo, conservatismo…Tampoco hay que olvidar que el primer “godo” del mundo fue el descomunal Aristóteles, con su irrefutable teoría del ser y la permanencia. Se es, porque se ha sido. Todo ser humano tuvo un progenitor que lo engendró y le antecedió. Los revolucionarios, los que hablan de cambio, no pueden olvidar algo imprescindible, la humanidad siempre ha sido solidaria en el tiempo y en el espacio. La religión, que profesamos, el idioma que hablamos, las instituciones que disfrutamos y defendemos fueron producto del esfuerzo y sacrificio de nuestros padres y abuelos. Ser conservador también es disentir con el delito, con la maldad, con la corrupción, con la deslealtad. El conservatismo por ser más cohesionado y más jerarquizado ha gobernado a Colombia 20 años más que el liberalismo. En el mundo el porcentaje es parecido. Y no solo los conservadores, también los liberales defienden con altivez la familia, la patria, el derecho, la propiedad, la autoridad.
Los partidos son ramas de un árbol que es la Nación.