Guillermo León Escobar | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Noviembre de 2014

Frente a la muerte

 

Alguien afirmaba que dos cosas no pueden mirarse frente a frente: el sol y la muerte. Quien lo dijo era un pensador a diferencia de aquellos que  se pavonean llenos del plumaje de los sofismas tratando de legislar sobre la muerte de los otros.

En las antiguas “coplas” Don Jorge Manrique afirmaba que “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”.

Es una realidad ineludible que cuando se piensa evoca la necesidad de otras respuestas que llevan al ser humano a aceptar que hay límites que no se sobrepasan.

Nunca me olvido de un muy famoso político colombiano “ateo de salón” (claro que los hay de pensamiento profundo pero es esta una especie muy extraña) que me pidió lo acompañara a misa y le pregunté por su cambio de postura y su respuesta fue clara “el ateísmo criollo no resiste la experiencia del primer infarto”.

Me impresionó mucho un político colombiano que al hablar de la eutanasia pedida por el mismo enfermo terminal hablaba de ella como expresión de “muerte digna” dando a entender la indignidad que nos asiste a quienes hemos aceptado morir cuando Dios ordene para “nacer” a la continuidad de la vida. Peguy afirmaba poéticamente que “el cuerpo se siembra corruptible pero renace incorruptible”.

Valdría la pena pensar más a menudo en que la vida y la muerte deben pensarse juntamente. Y ha de hacerse con optimismo como lo propicia el cristianismo que exige creer en que “Cristo ha resucitado” y de esa resurrección somos partícipes.

Quien no sea cristiano pensará otras teorías pero quien lo sea ha de saber que Dios es el dueño de la vida y de la muerte.

Andrè Malraux en su libro La condición humana habla de que se necesitan cincuenta años para hacer un hombre y al lograrlo solo sirve para morir. Heidegger llega a afirmar que la muerte es como el gusano que va devorando el fruto. Y nuestro inmortal Barba Jacob nos hablaba de ser una llama que al final del vivir la apaga el viento.

La cultura cristiana generadora del pensar occidental busca ser optimista porque la promesa que la impulsa lo es. Pablo de Tarso así lo afirma al decir que el último enemigo que será vencido es la muerte.

Quienes creemos en Jesucristo podemos acusar momentáneamente el dolor de la ausencia de alguien que queremos pero es el “recuerdo” el que nos regresa al optimismo. Dios es quien concede la eternidad cierta -la grande- y a nosotros con los nuestros han de vivir en la eternidad -pequeña- de nuestros recuerdos.

Hay un morir en el Señor que no es un morir “porque el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. Hay una verdad cierta: solo el que sabe vivir sabe  bien morir porque al final se corona el sentido de la vida.

¡La vida se cambia, no se pierde! La fe entrega esta certeza y otorga una dignidad que algunos hoy desconocen.

guilloescobar@yahoo.com