GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 29 de Julio de 2014

Oleoductos, gasoductos, acueductos

 

Preocupa  el tiempo de sequía. Sin embargo no sorprende ya que durante mucho tiempo nos hemos encargado -eso sí con una desgraciada eficiencia- de ir creando las razones de la futura desgracia. Hay un principio que afirma que Dios perdona pero la naturaleza no. Y cuando ella cobra castiga.

No es este el lugar para cifras y estadísticas. Con ellas se hace cualquier cosa. Uno no sale a la calle tranquilo si le dicen que la inseguridad ha bajado un cinco por ciento no vaya a ser que la muerte que lo espera a uno esté agazapada en el porcentaje que aún permanece.

El caso es que no hay agua. Y no se piense que la responsabilidad sea de quienes ahora gobiernan. Hay que viajar al pasado y recordar que había voces “cansonas” que hablaban contra la deforestación, contra la polución descontrolada, contra la dura contribución a la degradación regional y del planeta, y tantas aberraciones más que atentan contra la vida de los pobres del presente y de todos en el futuro próximo.

Todos los años ocurre lo mismo. Las inundaciones que destruyen cada año las viviendas de los pobres. Los innumerables peces que sobreviven envenenados o los millones que se recogen en medio de las maldiciones de los pescadores. Y luego la sequía, la tierra quebrada y los cadáveres de los animales. En fin, se sabe que el subdesarrollo y el desgano son monótonos por repetitivos. (El consumismo también a su manera).

Y ¿qué se ha hecho? Sabemos que hay estudios, diagnósticos, discursos y el temor es que si se levanta la opinión pública se volverá -en orden inverso- a los discursos, diagnósticos y nuevos estudios.

Me maravillaron siempre los acueductos romanos; fascinan hoy después de más de dos mil años ver cómo por centenares y centenares de kilómetros se llevaba agua por gravedad porque se entendía que ella era vital para la existencia y no se le negaba a nadie (aun los presos eran condenados a pan y agua); hoy se nos vende. Claro está que modernamente me admiro de los gasoductos y de los oleoductos que vencen todos los obstáculos geográficos para llegar allí en donde satisfacen demandas propias y ajenas y generan enormes ganancias.

Pero se  olvidaron las construcciones de acueductos, las interconexiones, los canales, los reservorios, la conexión de los ríos y la imaginación creadora que algunas generaciones pasadas tuvieron cuando navegaban por el Magdalena o se podía viajar en ferrocarril o se hacía uso de plantas desalinizadoras o la construcción de los pozos profundos.

El caso es que se necesita agua para sobrevivir, pero de calidad. Hay quienes afirman que una parte de las guerras del futuro será por el agua. ¿No es un escándalo que haya capitales de departamento sin agua? ¿Que hayan pasado décadas y décadas en poblados que han recibido la promesa del “acueducto” y nada? Y si algo hacen que sea al menos …¡potable! “¡Amanecerá y… veremos !

guilloescobar@yahoo.com