Glosas a la barbarie (XXII) | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Febrero de 2021

…el hombre está constituido en su especie por el alma racional. Y por eso lo que es contra el orden de la razón, es contra la naturaleza del hombre en cuanto es hombre. Es, pues, bien del hombre ser según la razón; y mal del hombre es ser fuera de la razón como dice Dionisio en el capítulo 4 De div. nom. Por donde la virtud humana, que hace bueno al hombre y sus obras, en tanto es según la naturaleza del hombre en cuanto conviene a la razón; y el vicio, en tanto es contra la naturaleza en cuanto es contra el orden de la razón (Santo Tomás de Aquino, S.Th. I-II. q.71, art.1).  

 

Aristóteles estudió la existencia humana con profundidad. Sus análisis acerca del sentido del obrar humano son sabios y han influenciado la antropología filosófica, la filosofía moral, la axiología y la metafísica general y especial. 

Santo Tomás de Aquino no solamente cristianizó el pensamiento aristotélico, sino que, en opinión de expertos, lo perfeccionó, anexándole una serie de elementos fundamentales: depuración de ambigüedades, comentarios explicativos, explicitaciones lógicas, hondura y densidad teórica, etcétera. En últimas, la estela aristotélico-tomista y la estela de su estela, continúan alumbrando campos y disciplinas del saber. 

Ahora bien, aunque ni Aristóteles ni Santo Tomás de Aquino listaron, explícitamente, la superficialidad entre los vicios, sí lo hicieron implícitamente, de dos maneras: describiendo vicios semejantes y examinando los diferentes modos de vida. Por consiguiente, para el tema de esta glosa recapitulo algunos aportes aristotélicos sobre el vicio, y muy específicamente acerca de dos vicios relacionados con la superficialidad: la vanidad y la bufonería. Luego formulo una conclusión, tan breve como lo permite la extensión de un artículo de esta naturaleza, con base en el epígrafe de Santo Tomás de Aquino que anoté en esta glosa.  

Lo vicios semejantes a la superficialidad son, en Aristóteles, el bufón y el vanidoso. En Santo Tomás de Aquino son los mismos, además del presuntuoso. Escribe Aristóteles: “Los vanidosos son necios e ignorantes de sí mismos, y esto es manifiesto. Pues sin ser dignos emprenden empresas honrosas y después quedan mal. Y se adornan con ropas, aderezos y cosas semejantes, y desean que su buena fortuna sea conocida por todos, y hablan de ella creyendo que así serán honrados” (EN, 1125a). Adiciona lo siguiente: “…el bufón, por otra parte, es víctima de su bromear, y no se respetará a sí mismo ni a los demás” (EN, 1128b).

El epígrafe de Santo Tomás de Aquino se relaciona con el trasfondo de toda la filosofía aristotélico-tomista. Lo hace al ponderar un modo de vida concreto, que persigue la virtud y la racionalidad. Tanto en Aristóteles como en Santo Tomás de Aquino el superficial padece una condición de privación cognitiva-moral-espiritual de su propia naturaleza humana y del mundo, puesto que elije, por superficial, un modo de vida inferior al que demanda su ser. En consecuencia, el superficial se quebranta a sí mismo y, por fatuo, se entrega a los bienes exteriores. 

 

*Jurista y filósofo