Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Junio de 2015

No, gracias

 

LA  lógica de las Farc es realmente patética: ¿un cerebro con algo de cordura, buscaría enviar un mensaje de poderío,  anti-imperialismo, credibilidad o defensa del pueblo, dejando  180.000 personas de una región suficientemente marginada y pobre, sin agua y en emergencia sanitaria?

Los señores de las Farc casi nunca se han caracterizado por ser consecuentes, o tener líneas de mando alineadas con sus propios combatientes rasos. Su hostilidad no es solo frente a los regímenes legalmente establecidos: entre ellos mismos hay rivalidades y antagonismos, que los llevan a actuar de manera errática. Ojalá fueran genuinos insurgentes, y tuvieran alguno de los componentes intelectuales que implica la verdadera insurgencia. La izquierda tiene conciencia, neuronas y pensamiento crítico. Estos no.

Es como si un fantasma con visos de extrema derechales soplara al oído qué más salvajismos pueden cometer, para así justificar los bombardeos y la perpetuidad de la guerra.

¿Volar oleoductos, poner minas en los patios de las escuelas, masacrar soldados dormidos y contaminar ríos, será una buena estrategia para sensibilizar el corazón de los colombianos, y prepararlo para la compleja etapa que seguiría a unas eventuales firmas en La Habana?

Hace unos meses les pedíamos a los señores de las Farc que dieran muestras de intención de paz; que respetaran lo que acordaban los negociadores en la isla, y  nos entregaran  a quienes pensamos que la guerra es algo estúpido, herramientas fácticas para insistir en las bondades del proceso. Es claro que no podemos aspirar a tanto: si acaso una señal de inteligencia, un mensaje de sentido común…

Es muy grave que haya diez, mil o veinte mil guerrilleros desbocados por Colombia, dejando cada día más niños huérfanos y más pueblos exiliados de ellos mismos, empobrecidos y asustados. Pero aún más dramática es la nube negra que cubre las perspectivas del medio país que le ha apostado a la paz concertada -a costa de cambiar y/o vulnerar leyes, facultades, comportamientos y paradigmas-, y del otro medio, que se mueve en un amplio espectro que va desde la venganza -a lo John Wayne y la ley del Talión-, hasta lo que tradicionalmente hemos entendido como justicia.

Lo que está pasando no le conviene a nadie. Ni siquiera al señor que toma tinto a caballo y a quienes darían la vida por parecerse a él.  Como geopolítica y moraleja, lo que está pasando es desolador.

Tal como están las cosas, si Santos sigue negociando, es un inútil; si se levanta de la mesa, un histérico; si nos perdonamos, somos pueriles; si nos atacamos, beligerantes. Si “apague y vámonos”, nos morimos. Si “apague y quédese”,  también.

Yo no quiero que nos paremos de la mesa, pero si las Farc no dan un viraje de 180 grados, seguir apostándole a La Habana será un imposible físico y conceptual.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuántas víctimas más?

¿Y si el proceso fracasa? ¿Que vuelva entonces Peter Bruegel -450 años más viejo- y pinte la versión Colombia siglo XXI de “El triunfo de la muerte”? No gracias. Ese no es el país que quiero en mi conciencia, ni la conciencia que quiero en mi país.

 

 

Gloria Arias Nieto

ariasgloria@hotmail.com