Un horror social
Coincido con el actual ministro de Defensa: más útil resultaría que el alcalde se concentrara en cumplirle a nuestra maltratada ciudad, y dejara al Gobierno y sus negociadores, acordar lo acordable.
Sólo alguien tan errático como Petro puede proponer que todo este esfuerzo en La Habana, termine incorporando a los guerrilleros, al Ejército Nacional. Es tan grande el exabrupto que él plantea, que más parece un maquiavélico juego a tres bandas, orquestado por el zuribismo, para desinformar a los electores y asustarlos con el coco del Santos izquierdista, que la extrema derecha -insistente y rudamente- pretende vendernos.
Lo único bueno de lo malo que ha sido Petro, es que al salir tan rajado en toda rendición de cuentas, dudo que alguien quede con ganas de votar por él para cualquier cosa diferente a la construcción de un suicidadero.
Principio de realidad, señor alcalde: su gestión no se descuadernó por la reciente salida de los 15 altos funcionarios de la administración distrital, para apoyar a uno u otro candidato. Su gestión nació descuadernada; sufre de una grave e irreversible patología llamada acefalia; es congénita, y para esos casos no hay cirugía, ni colbón de tutela, ni proselitismo, ni balcón veintejuliero que valga.
En fin. Parecería que en esta carrera loca y vertiginosa muchos creen que casi todo se vale.
Confieso que me dio pesar ver a doña Lina Moreno de Uribe encaramada en una tarima. Sobrevivió con discreción y bajo perfil, a las dos presidencias de su marido. Y ahora la muestran en Barranquilla, con cara de ‘yo no fui’ al lado de dos Martas: la esposa del Z-Muppet, y la excandidata azul, vinculada de afán a la mano dura y el corazón ídem.
Nos resulta tan fácil odiar y tan difícil intentar comprender, que estamos a punto de entregarle nuevamente el país al lenguaje que más nos destruye: el del ojo por ojo, el del tinto a caballo, y el falso mesianismo. Qué tristeza, si en 9 días concluimos que Colombia le tuvo más miedo a una opción de paz, que a una certeza de guerra.
Sugiero leer -por responsabilidad con el futuro, y por lo que significa un voto a conciencia- el documento de la Oficina del Alto Comisionado para la paz, sobre los mitos y verdades de lo que está pasando en La Habana; regálenle a Colombia los minutos que dura su lectura; el link (¡gracias, hijo!) es: http://www.kas.de/wf/doc/12888-1442-4-30.pdf.
Éste sigue siendo un país libre, y uno puede elegir si envenenarse con el video de Timochenko, o creer que “lo principal es entender la paz como una oportunidad, como una gran palanca de cambio para hacer lo que no hemos logrado hacer en 50 años de guerra”.
El ejercicio democrático permite que cada quien escoja con qué alimenta su decisión y su conciencia. Personalmente no disfruto la degustación de cianuro, y creo que regresar a las trincheras, sería dar un paso -gravísimo y largo- hacia el dolor irreversible; el temible punto de convergencia entre un error histórico y un horror social.