La policía y su director en Medellín
“Dirigir desde esa ciudad no es una estrategia nueva”
El señor Presidente Juan Manuel Santos anunció en la ceremonia de entrega del premio Empresario del año 2012, que el general Roberto León Riaño, director general de la Policía Nacional, deberá trasladar su despacho a Medellín, para dirigir desde esta región la policía y a la vez emprender acciones en contra del crecido número de delitos y la violencia presente en esa ciudad.
No es nueva esta estrategia y fue una opción nacida al interior de la institución, acuñada por los mandos y aplicada por el Director de acuerdo a su leal saber y entender, nunca improvisadamente. Sobra decir que antes de emplearse se estudiaba a fondo la situación, valorando los aspectos tanto positivos como negativos que generaría la medida, pues esta alternativa lleva una serie de mensajes y riesgos necesarios de evaluar detenidamente. En principio los resultados fueron efectivos debido a lo sorpresivo del desplazamiento, el andamiaje operativo montado al entorno del operativo y el apoyo de otras entidades como la Fiscalía y la Procuraduría, que atendiendo el llamado institucional movilizaban un número representativo de efectivos en apoyo de plan; el impacto social era significativo, doblegando la delincuencia y atrayendo compromiso ciudadano para fortalecer el tejido social del sector en soporte a la seguridad ciudadana, la imagen del director jugaba papel preponderante y en ella se sustentaban las autoridades locales para proyectar una táctica de largo aliento asegurando un futuro convincente y estable. Pero la maniobra se fue desgastando y el costo lo absorbió la institución en cabeza de su director. Pasado el ejercicio, y ante el recrudecimiento delincuencial en el lugar, aquel desgaste lo pagó la policía, desdibujando su imagen ante la ciudadanía que calificó como flor de un día una estrategia que ayer fue valiosa pero hoy ha perdido vigencia.
El éxito se cifró en el desconcierto de la delincuencia, las fortalezas se apalancaron en tecnología y medios acompañados de alternativas sociales y justicia; la acción fue vertiginosa y el compromiso de las autoridades locales mayúsculo. En cuanto a la institución, los mandos regionales debieron entender la medida como apoyo y nunca en desmedro profesional, mentalidad que les permitió jugar papel preponderante ante la comunidad.
Hoy la situación es diferente. Seguramente el mando ha evaluado como entonces el momento pero el impacto logrado en antaño no es igual ya que la delincuencia sabe perfectamente lo pasajero de la medida y sabrán esperan la retirada institucional para arremeter con más fuerza delictiva contra la sociedad. El director, quien afronta una serie de responsabilidades administrativas, tendrá que buscar soluciones de ubicuidad, efectuando un repliegue escalonado que en nada beneficia la institución y menos a los mandos regionales herederos del problema. La institución cuenta con estrategas capaces de nuevas ideas.