La designación del doctor Iván Velásquez como muevo Ministro de Defensa Nacional, por parte del Presidente Gustavo Petro, es un mensaje claro al país de querer fortalecer nuestras fuerzas armadas desde la modernización de sus instituciones, la transparencia y el respeto de los derechos humanos.
Sin lugar a dudas este es un enfoque que todos aplaudimos y que estoy seguro las mismas fuerzas comparten por ser parte de sus valores esenciales, pero hay que tener cuidado que en la implementación de este enfoque positivo no se convierta el proceso en una división interna o en una cacería de brujas que en lugar de fortalecer nuestras fuerzas termine debilitándolas y baje la moral de la tropa con nefastas consecuencias para el país.
Entre los distintos medios de comunicación, sectores políticos y líderes de opinión, algunos aplauden y otros critican la designación del doctor Velásquez como ministro de la Defensa, apoyando sus diferentes puntos de vista en los mismos antecedentes y experiencias previas, lo que me lleva a reflexionar que más que la interpretación o alcance de actuaciones pasadas, lo que debería importar es el alcance del reto que le espera en su rol como nuevo Ministro que no será tarea fácil.
Para comenzar está el propósito de modernizar las fuerzas sacando de la órbita del Ministerio de Defensa a la Policía Nacional, que pasaría a una nueva cartera la cual estaría a cargo de la Seguridad, la Convivencia y la Paz. Conceptualmente es claro que en una sociedad moderna el enfoque y trabajo policial debe reflejar esta concepción civil, la que en el caso de Colombia por razones del conflicto y las necesidades históricas tuvo que revisarse parcialmente, pero que un contexto como el que propone el presidente Petro hace sentido volver a reflexionar.
Para abordar este planteamiento con la serenidad que el mismo impone, es importante recordar cómo la Policía durante muchos años estuvo adscrita al Ministerio de Gobierno , hoy del Interior, y que si bien en la época reciente ha estado en el Ministerio de Defensa, es importante aclarar que aunque lo que muchos dicen es que dependía de las fuerzas militares esto no corresponde en estricto sentido y técnicamente a la realidad, pues esta institución estaba era adscrita al despacho del Ministerio de Defensa y no al Comando General de las Fuerzas Militares.
Este esquema ha pretendido mantener la diferencia de enfoques promoviendo la actuación coordinada con ellos y en todo momento manteniendo la prohibición del voto de sus unidades, como medida que evita la politización en la que se vieron envueltos en el pasado, situación que de todas maneras debemos evitar que vuelva a ocurrir.
En adición a lo anterior, es igualmente importante reconocer que nuestras fuerzas, como ha sucedido con muchas otras instituciones entre las distintas ramas del poder público, ha tenido que padecer que personas individuales que no representan la visión ni política institucional, se han visto involucradas en temas de corrupción, violación de los derechos humanos o vínculos con delincuentes. Esta ha sido una de las problemáticas por las que el Estado colombiano no le ha podido ganar la guerra al narcotráfico, y se impone por lo tanto como el segundo gran reto el solucionar estos casos para así reafirmar con contundencia y firmeza los valores, la ética y la moral que siempre han caracterizado a nuestras instituciones armadas en las distintas actividades de la vida nacional.
No me cabe la menor duda que nuestras fuerzas comparten la importancia de modernizar sus enfoques, fortalecer los valores institucionales y garantizar el respeto de los derechos humanos, pues sin dejar de desconocer actuaciones equivocadas de algunos de sus integrantes. Este ha sido desde siempre su compromiso y visión, y en este contexto el Ministro tendrá el gran reto de garantizar que este proceso de transformación logre unir, fortalecer y garantizar el papel protagónico de nuestros héroes soldados y policías en la obtención de la verdadera paz para los colombianos.