Formalidades y formalismos | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Febrero de 2019

El reciente incidente de la carta de la JEP dirigida al Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América que terminó, quién sabe por qué razón, en Panamá, aunque ha sido tomado más con humor que con drama, es, a pesar de lo absurdo que parezca, una situación bastante común en el diario discurrir de la burocracia estatal y sobre todo de la tramitomanía judicial.

A quienes por razones profesionales trasegamos a diario en Cortes y Juzgados, la situación no nos sorprende. Estamos acostumbrados a que las citaciones para acudir a una audiencia nos lleguen cuando ya la diligencia ha pasado, o que las envíen a direcciones que nadie sabe de dónde surgen porque no tienen nada que ver con las que se han suministrado o, en algunos casos, que acierten en la dirección pero se equivoquen en la ciudad.

No es broma. Es absolutamente cierto. Hace no mucho era noticia la trágica noticia de una mujer que denunció a su pareja por violencia de género y a la que le llegó a su casa la citación para ampliación de su denuncia cuando ya no podía asistir a la diligencia, porque el denunciado la había asesinado hacía como un mes.

Es uno de los grandes problemas de la administración pública y de justicia en Colombia. El exceso de formalismos anquilosados que se oponen a la agilidad de los procesos. El Estado es consciente de ello y se han realizado varias reformas legales con el propósito de simplificar los procesos, pero no han sido efectivas. Las mañas viejas, que en este caso, sí son resabio, se niegan a desaparecer. Por ejemplo, no hay requisito más difícil de matar que el de las copias autenticadas. Se niegan a morir a pesar de las múltiples modificaciones legales en contra de su existencia. Son hermanas de la fotocopia de la cédula de ciudadanía al 150% de cuya exigencia los burócratas parecen derivar un especial placer.

En la Rama Judicial el trámite de los asuntos del correo es una verdadera tortura. Los de 4-72 exigen a los empleados encargados del manejo de asuntos de correspondencia que sean como una especie de estibadores que deben responder por la línea de flotación y equilibrio de los barcos. Hay que llenar planillas y hay que anotar exactamente el peso de cada paquete. Ay del que falle en un gramo, por exceso o por defecto.

La franquicia de correo es una dictadura que ni hace ni deja hacer. En los trámites judiciales no aceptan que las partes lleven los oficios o las repuestas. Es como si el principio de autenticidad de los documentos no estuviera asociado a su contenido y autoría, sino al sobre que lo contiene.

Por eso no es extraño que una carta que ha debido enviarse a la mano para ser entregada al agregado judicial de la embajada de los Estados Unidos de América en Bogotá, termine perdida en los meandros del correo estatal.

En algunos trámites ni siquiera hemos llegado a la eficiencia del correo de Los Chasquis, de los Incas.

@Quinternatte