FAHID NAME GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Septiembre de 2014

En el Consejo Nacional Electoral

 

Pocas cosas se pueden calificar como históricas, aunque magnificar los hechos es algo que se hace con mucha frecuencia en Colombia. Sin embargo, lo que acaba de suceder con la elección de los magistrados del Consejo Nacional Electoral es algo que, aunque para la mayoría no amerite mayor interés y calificativos grandilocuentes, es un hecho histórico.

El concepto de la oposición en nuestro país obedece a algo muy lógico y sencillo, y es que en política (como en todo) cuando hay alguien que gana, hay alguien que pierde. Lo que se ha venido a desarrollar apenas recientemente es el de la participación de la oposición. Desde 1994 se reconoce en el artículo 36 de la Ley 130 la participación de la oposición en el Consejo Nacional Electoral. Sin embargo, ni en esa ley, ni en ninguna otra se garantiza un derecho que es quizás más importante, el de la participación de las minorías en la autoridad electoral. Como no es obligatoria la representación de las minorías en el órgano electoral, las mayorías, bien de gobierno, bien de oposición, siempre habían impuesto sus candidatos a voto limpio. La responsabilidad no solo ha sido atribuible a la ley o al comportamiento de las mayorías aplastantes, sino a la incapacidad histórica de las minorías de coincidir, de deliberar y lograr sinergias para ganar.

Como muchas otras cosas que han pasado recientemente en el país, ha surgido un cambio en esta práctica. Tanto las minorías lograron por fin ponerse de acuerdo en algo, como las mayorías consintieron en que las minorías tuvieran representación en el CNE. Aunque suene muy cordial en el papel, realmente fue un procedimiento muy complicado, complejo y difícil de llevar.

Por un lado estaba el Centro Democrático que con el Partido Conservador buscaban conjuntamente una buena participación y que evidentemente no son ni representan una minoría. Por el otro la coalición de la Unidad Nacional quería imponer su aplastante mayoría. Ninguno quería ceder mutuamente espacios. Incluso se llegó a plantear una plancha única para poner a consideración, “pupitriar” la elección, y cada uno para su casa.

Como siempre los desacuerdos y las diferencias pueden más, llegó un punto en que los representantes quisieron hacer valer el hecho de que son más y definir la elección. Eso rompió todo. Mientras tanto surgía lo impensable para algunos. Las minorías se organizaron. El Polo y el Movimiento MIRA se sentaron con la Alianza Verde a ver si consentían en apoyar su candidato. En la mañana del jueves tuvieron que reunirse antes de que iniciara la elección, buscando ser conjuntamente la mayor minoría, y lo lograron.

Quizás lo que despertó en esos partidos la idea de lograr acuerdos es que en la pasada elección de Congreso, las mayorías estuvieron a punto de extinguirlos. El Polo y el movimiento MIRA que otrora tuvieran muchas más curules, por efecto de sus propios errores y de la influencia de los partidos mayoritarios vieron de cerca la extinción de su especie, y el Verde logró hacerlos coincidir.

En el momento de la votación el candidato Novoa de los Verdes tuvo el apoyo de un conjunto de minorías que permitió lo que el país no veía en décadas. Un magistrado del Consejo Nacional Electoral elegido por las minorías políticas.