Escuela para trascender | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Septiembre de 2021

Cuando comprendemos que la vida es un prekínder existencial con objetivos de aprendizaje precisos, podemos re-enfocar paulatinamente nuestros esfuerzos para cumplir la misión vital.

Creo profundamente que los aprendizajes más importantes de la vida son espirituales.  No es que lo cotidiano sea inocuo en el proceso: por supuesto es importante, pero está en función de lo trascendente.  Somos almas encarnadas, que cuando corresponde el tiempo –jóvenes o mayores– abandonamos el cuerpo físico, una herramienta importante pero temporal.  A medida que vamos comprendiendo más sobre la naturaleza ampliada de la existencia, podemos relativizar lo que nos ocurre y ver las cosas desde otra perspectiva. 

Nos enredamos en la cotidianidad.  Tal vez para eso, precisamente, está diseñada, para entretenernos: nos atascamos al perder un empleo, cuando podemos conseguir otro o inventarlo; nos preocupamos demasiado al estrellar el vehículo que manejamos, cuando podemos llevarlo a reparar o sencillamente dejarlo así; nos mantenemos en nuestro ego y evadimos perdonar o pedir perdón, cuando podemos soltar las afrentas y abrazarnos desde el amor; nos peleamos por el resultado de un partido de fútbol, una apuesta o cualquier competencia, cuando podríamos ser solidarios.  Sí, se dice fácil pero no lo es tanto: superar una pérdida, asumir un accidente, atestiguar el ego sin engancharnos en él o abrirnos a compartir no son aprendizajes sencillos, requieren esfuerzo consciente y tiempo.  Mientras tanto, seguimos entretenidos.

A cada quien le llega su momento para despertar y no es ningún pecado estar algo dormido.  Cada quien tiene sus ritmos, sus prioridades vitales.  Hay circunstancias en las que ni se nos ocurre que la existencia sigue después de la muerte y creemos que la vida es solo aquello que podemos percibir con los sentidos y la razón; en otros instantes, alcanzamos a atisbar que la vida no se acaba aquí, sino que existen otras dimensiones; en otras etapas más, comprendemos que en realidad estamos en una mátrix, una cruz de espacio y tiempo, y que necesitamos hacer todos nuestros esfuerzos conscientes para salir de ella –como en la película de las hermanas Wachowski–, integrando nuestros cuerpos físicos, emociones y pensamientos, al igual que nuestro sentido de trascendencia.  Ahí, en ese punto, podemos reconocer que lo esencial es invisible, pero no por ello inaccesible.

Al reconocer que estamos en una escuela para la trascendencia integramos otros aprendizajes, fundamentales.  Claro que es relevante aprender un oficio, hacer negocios, generar riqueza…  ello será más relevante si lo ponemos en función de los aprendizajes trascendentes: aceptar la vida tal como es, reconocer nuestras necesidades, soltar arrogancias, culpas y manipulaciones, compartir, ocupar nuestro lugar, reconciliarnos, cuidar, sentirnos parte del Todo y transitar hacia el Padre y Madre Divinos… Estamos destinados a trascender. 

@edoxvargas