Averígüelo Vargas
Cuando en el escenario político colombiano todo pareciera tender a aclararse, una serie de acontecimientos y situaciones están contribuyendo a oscurecer el panorama.
Hace una semana el presidente Juan Manuel Santos apareció en la foto, con sus alfiles de confianza, para anunciar solemnemente que habría reelección... de sus políticas de gobierno, pero se reservó un lapso de seis meses para definir si habría reelección suya o en cuerpo ajeno.
La mayoría de los observadores coincidieron en que el acto había servido para proyectar como "gran ungido" a su ministro de confianza, Germán Vargas Lleras, pero no se han podido poner de acuerdo en los reales alcances del "guiño"presidencial. ¿Lo señaló desde ya como su gran jefe de debate y su escudero mayor para la gran lucha que se avecina? ¿O se adelantó a notificar que si las cosas se complican, su nuevo y mejor amigo en la política interna, sería el encargado de remplazarlo como inquilino en la Casa de Nariño, los próximos cuatro años? Esa es, como al mismo mandatario le gusta decir, la pregunta del millón.
Escrito lo anterior, en las últimas horas están apareciendo señales que bien analizadas pueden darnos pistas serias sobre estas crípticas lucubraciones santistas.
El Procurador General ha dejado entrever sus ganas presidenciales que si el conservatismo lo apoya pero sobre todo si el expresidente Uribe lo avala. Más claro no puede cantar el gallo. ¡La cosa es entre el santismo y el uribismo! Y metiéndonos en el meollo del asunto. Todo se limitará al éxito o fracaso del proceso de paz.
En consecuencia: si los diálogos de paz en La Habana ven la luz del túnel al final del día, el presidente Santos verá su camino despejado y podrá servirse su segundo mandato en bandeja de plata. Pero si ocurre todo lo contrario, la guerrilla "sigue mamando gallo" y a Santos le toca pararse de la mesa, ese fracaso lo va a cobrar en todas sus dimensiones el expresidente Uribe. ¡Y estará atento -como lo estuvo en el 2002- para regresar prometiendo bala y más bala! Única salida que el exmandatario ha recomendado como posible para finalmente lograr la paz: el aniquilamiento de los faracos.
La cuestión pues no parece muy sencilla.
Por ello nos inclinamos a pensar -con otros analistas- que lo que el presidente Santos postuló, sin querer queriendo, fue la candidatura de Germán Vargas Lleras y no la suya propia y que estaría pensando en dar un paso al costado para dedicarse con todo su empeño a cuidar y consolidar el proceso de paz, logro que de cristalizar lo catapultaría al corazón de la historia. O, en el peor de los casos, si se diere el fracaso anhelado por el uribismo, al menos sus políticas quedarían a buen resguardo.
<INTERTIT>Adenda
<BODY TEXT>De todas maneras de una cosa si estamos completamente seguros: el presidente Santos, más que buscar su propia reelección, buscará borrar del mapa político al expresidente Uribe, y en ese empeño se lo pasará cada día de los que le faltan para terminar su mandato. Y Vargas Lleras lo acompañará encantado.