ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Febrero de 2013

De renuncias y legados
En un mundo en donde ningún líder o dirigente político, económico o social, conjuga el verbo renunciar y menos se desprende del poder, la dimisión de Benedicto XVI, brinda -como ya lo anotaba Lope de Vega en "Fuente Ovejuna", una extraordinaria demostración de "infinita caridad que da un sereno ejemplo de humildad". Pero es, ante todo, una enseñanza a quienes escalando posiciones terrenales o espirituales, hacen del ejercicio de ese poder, su obsesión de todas las horas y fatigas. Y lo más importante tiene que ver con la forma cómo, con su renunciamiento, afianza y asegura su inmenso legado sobre el papel de los valores morales en el desarrollo personal, profesional o social.
Desde sus años juveniles y muy seguramente hasta su postrer aliento, nuestro actual Pontífice ha sido un Hombre de Dios, con Dios y para Dios y pasará a la historia, al lado de Juan Pablo II, como uno de los más influyentes Padres de la Iglesia. Teólogo profesional de acrisolados quilates, desde los albores del Concilio Vaticano II su sapiencia fue requerida como "perito" al servicio del magno sínodo y en especial de la delegación alemana del Cardenal Fring, que abogaba por un cambio a fondo del rumbo de la Iglesia. Luego, ya al servicio de su antecesor y mentor, siempre se lamentaba de cómo los textos del Concilio se manipulaban, deformaban y malinterpretaban. Pero sobre todo cómo se imponía una liturgia banalizada.
Durante sus ocho gloriosos años de pontificado el Santo Padre siempre ha urgido la renovación de esa Iglesia y ha tratado por todos los medios de que los objetivos originales del Concilio se cumplan a cabalidad. "Renovación dentro de la Continuidad", ha sido su divisa Sin embargo, ha tenido enemigos poderosos de sus empeños y de ahí su triste reclamo de las últimas horas sobre los egoísmos y divisiones en las altas esferas eclesiásticas. Porque para Benedicto su amada Iglesia no puede ser una simple organización administrativa, así sea política o jurídica, sino una estructura vital que esté en el alma y en el corazón de todos y cada uno de ese billón de feligreses. Para él "todos somos Iglesia, todos somos un cuerpo vivo, todos juntos somos creyentes".
Por eso su legado tiene que ver con la defensa de la doctrina que nos evite saltos al vacío y la permanente búsqueda de la verdad (" La verdad libera al hombre") La misma que buscaron los Reyes Magos en su último libro sobre la infancia de Jesús. Otra prioridad ha sido la defensa de la vida, así como la preservación civilizada de las relaciones humanas, sociales y políticas. Por eso ha condenado siempre el terrorismo religioso y los embates del relativismo y del materialismo. Y ha machacado incansablemente; "Solo conociendo la Verdad, nuestra existencia tiene sentido y sólo si impera esa verdad sobre el ser humano, se puede respetar su dignidad" ha sentenciado. Se apagaran en pocos días los reflectores médiaticos sobre su figura patriarcal, pero sus enseñanzas perduraran en el tiempo. Tanto que nos atrevemos a vaticinar que su sucesor será elegido a su imagen y semejanza.
Adenda
Lo anunciado, una clase política sin clase, defenestró a Luis Alfonso Hoyos de la dirección general del SENA. Le hemos enviado este mensaje: "Muy agradecidos por hacernos partícipes de su carta a la familia SENA, porque realmente nos consideramos parte de ella. Haber trabajado diez años al lado de su fundador es nuestro mayor orgullo de vida, como seguramente lo será de la suya haber contribuido en forma tan determinante a asegurar sus nuevos rumbos. Con su retiro el Gobierno ha perdido a uno de sus mejores líderes y el SENA a alguien que le hubiera llevado, acelerada y eficazmente, por el camino de la modernidad y el cambio".
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