Los chicharrones de Luna
SE va el ministro de las TIC, Diego Molano, con un palmarés notable de logros y avances. No obstante le deja unos pocos chicharrones de gran envergadura a su sucesor, el ministro David Luna, que es pertinente que le recordemos para que inicie su gestión con sabia cautela en un sector que puede ser novedoso para él, si bien hay que abonarle su tradición como político serio y competente. Veamos algunos.
1. El lío sin resolver del valor económico a compensar la reversión de las redes de los operadores de celular, Comcel y Telefónica. Es un entuerto que a ojo de buen cubero marcaría varios billones de pesos por cabeza. Se dice que se ha tratado de conciliar, pero con las pretensiones extremas que están sobre el tapete es imposible este camino. Seguramente se tendrán que convocar más bien sendos tribunales de arbitramento, donde se requerirá por parte de quien represente al Ministerio profundo análisis de este entuerto para defender adecuadamente los intereses de la Nación y lo ordenado por la Corte Constitucional. Blindar en cualquier caso de posteriores enredos fiscales y penales en Contraloría y Fiscalía, mediante la determinación del precio final por el fallo en derecho del juez natural de estos contratos de concesión, que terminaron hace ya más de un año. El tiempo para convocar esos tribunales apremia.
2. El chicharrón de la televisión social satelital, pues para que ella funcione deberá primero establecerse de qué servicio se trata, pues hoy día la definición legal de la televisión abierta es terrestre, luego habrá que surtir un largo proceso para definir esta nueva modalidad, quién podrá operarla, y cómo a través de ella la televisión regional terminará siendo nacional. Esto sin contar, además, con el lío de cómo lograr que los decodificadores, que no serán nada baratos, puedan ser adquiridos, instalados y mantenidos para todos los pobladores en las zonas más remotas del país. Ese tema nunca se ha tocado públicamente y es en últimas la pepa del almendrón, más la incertidumbre sobre inclusión de canales privados que son los que realmente mueven el rating.
3. El que ya parece eterno lío sin resolver de la señal de televisión abierta en el cable. No se ha querido atacar el problema de fondo, que es la desaparición paulatina de las antenas a medida que avanzaba el cable, eliminando así el derecho legal y constitucional de los usuarios de poder acceder a la señal gratuita directamente sin tener que pasar por un operador de televisión paga. Ya ha pasado un año de circulares, resoluciones y nuevas circulares de la ANTV a cual mejor de confusa y desabrida que solo le dan vueltas inútiles al asunto y nada que se toma el toro por los cuernos y se le da de una vez por todas plazo perentorio a los cableros para que readecuen las antenas para recepción directa como se los ordena la Ley 680.
4. La licitación pendiente de espacios del canal Uno, después de una cuestionable prórroga a un contrato improrrogable. Con el ingrediente adicional del confuso texto de la Ley del Plan de Desarrollo que supondría que el canal Uno pudiera concentrarse en menos concesionarios, o incluso uno solo, con lo cual se armaría el lío de un tercer canal por la puerta de atrás con todos los riesgos jurídicos que ello implica al alejarse del mandato constitucional de la pluralidad y la democracia en el acceso a estos espacios.
5. El nuevo chicharrón de autorizar o no la cesión del espectro de UNE, lo cual, así la Ley del Plan de Desarrollo pretenda blindar, no deja de generar responsabilidad en quien autorice dicha cesión, pues de no hacerlo este recurso tendría que retornar al Estado y se podría subastar obteniendo importantes recursos para las telecomunicaciones sociales, mientras que al hacerlo se le entrega gracias a esta ley todo el lucro a un privado. Así que el hecho mismo de autorizar la cesión genera potencial responsabilidad fiscal para el ministro de turno, aunque se quiera pretender disfrazar la autorización de legalidad con ese mico de última hora en la Ley del Plan.
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Así que como dicen los adagios, a rey muerto rey puesto, y soldado advertido no muere en guerra. Además el nuevo ministro tiene fama de dialogar y de escuchar, costumbre que a veces su antecesor olvidaba.